Ha sido tal la conmoción que ha provocado en el  seno de la dictadura el programa de ayuda humanitaria puesto en marcha por el presidente Guaidó, que hemos presenciado muestras de indigencia mental que merecen escribirse en el libro de oro de la estulticia. Agarrados fuera de sitio ante una medida que los descubre como causantes del hambre popular y como responsables de la muerte y la desatención de la salud de millares de venezolanos debido a su ineficacia y a sus corruptelas, los voceros de la usurpación no han tenido más remedio que aumentar el volumen de sus palabras huecas, de sus frases necias, de unos vocablos vergonzosos que nos ponen a dudar en torno al hecho de que tengan lo que generalmente se llama uso de razón.

Es, en especial, el caso de las declaraciones de la funcionaria Delcy Rodríguez sobre los insumos alimenticios y sanitarios que la oposición ha puesto en las fronteras de Colombia y Brasil para retar a la usurpación. Como el hecho pone en evidencia una situación de calamidad provocada por la dictadura, como muestra ante el mundo el desprecio del chavismo por un pueblo afligido y desesperado, se ha ido la señora por las ramas del único arbolito que puede trepar para ocuparse de desacreditar la calidad de los productos que esperan por destinatario a la vuelta de la esquina. Por un arbusto, más que por un arbolito, si consideramos la calidad del argumento que se atrevió a propalar y la poca necesidad de volar que tuvo.

Las provisiones alimenticias de la ayuda humanitaria son cancerígenas, se atrevió a asegurar, y los medicamentos provienen de laboratorios piratas. No se está ante una manifestación de solidaridad, por lo tanto, agregó, sino  frente a una conspiración contra el bienestar del pueblo. “Más le valiera estar duerme”, como dijo un disparatado poeta del siglo XIX en letras estrafalarias que han quedado como testimonio de trivialidad, de sinrazón y guasa. “Pájaro que vas volando, sentado en la verde rama”, escribió igualmente el versificador en letras que se han usado para referirse a los disparates que generan irrisión por la magnitud de su expresión ante los ojos del público. En ese rango de creación de vocablos y de manifestación de ideas debemos colocar las declaraciones de la señora Rodríguez, no solo dignas de repudio sino también de entrar en el catálogo nacional de las sandeces.

¿Tapó con sus palabras la tronera de la falta de comida provocada por las vagabunderías de la dictadura? ¿Logró el cometido de desviar la atención sobre una situación de carestías sanitarias jamás vista en el país contemporáneo? No, pobrecilla. Apenas agarró el rábano por las hojas, porque quiso distinguir entre proveedores malos y proveedores eficaces cuando todo el mundo sabe que los segundos no existen en la  esfera oficial y que los estrategas de la oposición, ante una penuria de naturaleza bíblica, tocan la única tecla que puede sonar bien en el piano desafinado por las políticas del usurpador. Solo un idiota buscaría remedios y condumios en almacenes de dudosa calidad ante una situación de la cual está pendiente el mundo entero, pero la señora solo tuvo la ocurrencia de ponerlos a escarbar en lugares dudosos para demostrar la existencia de un designio improvisado que solo  puede provocar perjuicio, en lugar de bienestar.

Como se trata de una maroma que no cabe en cabeza amoblada adecuadamente, podemos explicarla haciendo memoria de las críticas a que han sido sometidos los CLAP por vender productos en mal estado que no solo han provocado indigestiones masivas, sino también visitas de urgencia al hospital. De allí sacó la idea, de la propia caverna sin luz en cuyas habitaciones vive, no en balde la tenía a mano y estaba familiarizada con ella. ¿Para qué gastar las pocas neuronas que quedan, si bastaba y sobraba con un ejemplo hecho en casa, con meter la mano en el saco de la ineptitud oficial para hacer una analogía que la sacara de aprietos? Pues lo logró con creces, pese a que esperaba otro desenlace, porque ahora todos estamos, después de burlarnos de quien merece burla, pendientes de que lleguen insumos de calidad comprobada. No solo de que lleguen, sino también de ayudarlos a llegar.


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