Resulta por demás urgente detener la nueva locura bolivariana dirigida a crear un escenario bélico donde no existe ni debe existir jamás, es decir, entre Colombia y Venezuela. Ya muestran los colmillos los perros de la guerra, tan conocidos que no vale la pena nombrarlos ni en Caracas ni en Bogotá, pues con el solo hecho de mentarlos públicamente se aviva un fuego con el cual no se debe jugar.

Como es lógico y así no los dice la historia, entre dos países con una frontera tan larga y escasamente controlada hay serios problemas de seguridad y bandidaje de todo tipo, desde contrabandistas, secuestradores y asaltantes de camino, hasta llegar a la posesión de facto de extensas zonas territoriales donde la única autoridad es la narcoguerrilla, con sus prácticas inhumanas, su doctrina de guerra basada en la crueldad y el desprecio de los derechos humanos, su prepotencia machista y bárbara contra las etnias que habitan la zona, su afán de explotación de los campesinos y de extorsión a los comerciantes y productores del agro para debilitarlos y someterlos a su proyecto por la fuerza de las armas.

Ayer, según la agencia Efe, el gobierno venezolano denunció que el Ejército de Colombia está reclutando a sus ciudadanos “para crear falsos positivos que deriven luego en una escalada de violencia” en la frontera que comparten ambos países. Para más señas, el ministro de Interior y Justicia, general Néstor Reverol, afirmó con seguridad digna de mejor causa que posee “la información y pruebas contundentes sobre la captación y el reclutamiento de ciudadanos venezolanos por parte del Ejército de Colombia. Agregó que se trataba de un hecho “grave y peligroso”.

De acuerdo con el ministro Reverol, una vez reclutados, los venezolanos reciben “de manera expedita documentos de identidad colombiana, cédula de ciudadanía y luego son incorporados de manera inmediata al servicio militar obligatorio” de esa nación. Como se puede observar, no se trata de un juego entre amigos sino de un poco disimulado enfrentamiento entre los dos países hermanos. ¿Hasta dónde se llegará en este caso, de tanta peligrosidad y consecuencias imprevisibles?

El general Reverol afirmó que estas presuntas “captaciones ocurren principalmente en el departamento colombiano Norte de Santander, limítrofe con el estado venezolano de Táchira, y que se trata de un “número importante de venezolanos, con especial búsqueda si tienen alguna experiencia militar o policial”. Pues, válgame Dios, lo que hay detrás de todo esto es algo gordo y tan peligroso como una hallaca cruda en febrero. Pero, más allá de cualquier tomadura de pelo, lo que se debe considerar seriamente es que en este juego de acusaciones de lado y lado existen cuestiones de fondo en extremo peligrosas.

Ya sabemos que cuando se destapa una cuestión de estas dimensiones militares y políticas nadie debe ni puede quedarse tranquilo. La cuestión puede pasar a mayores, como es natural entre políticos y militares, ya nos lo dice la historia. No se puede cerrar los ojos ante hechos tan evidentes y guerreros.


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