Como era de esperarse y con todo el carnaval montado, sin ser época, la reconversión monetaria resultó un engaño más de los tantos que, desde Miraflores, montan con extremada y peligrosa frecuencia. Esto último lo decimos porque tanto va el cántaro al agua hasta que por fin se rompe y, ya se sabe, agua derramada no puede ser recogida así como así.

Lo de la tan mentada reconversión monetaria siempre fue una mentira descomunal no por la medida en sí, como bien lo advirtieron los economistas y los diputados de la legítima Asamblea Nacional, sino porque llegaba manchada por la improvisación técnica y el oportunismo político.

¿Qué podían esperar los venezolanos de una medida de tal magnitud imaginada y desarrollada por los mismos técnicos y directivos del Banco Central de Venezuela que nos han llevado a la quiebra como república? ¿Qué esperanza se abriga cuando los mismos autores de todos los desaguisados cometidos y por cometer en el manejo de la política monetaria lanzan sobre la mesa de juego estos nocivos dados cargados?

Basta con recordar que estos mismos señores del BCV han estado fabricando, a todo vapor y sin vergüenza alguna, billeticos de monopolio que nada valen hoy y muchísimo menos mañana, engañando con esta burda pero peligrosísima artimaña a los millones de venezolanos que ven con asombro cómo los billetes pasan de ser papel moneda para luego licuarse, por arte de birlibirloque, en una sustancia fétida que no sirve para nada y que, por si fuera poco, es rechazada en comercios, pago de servicios, en adquisición de medicinas y hasta como propinas, dicho sea de paso.

A estos señores del BCV, cuya credibilidad nacional e internacional está desde hace un tiempo largo en entredicho, se les entrega esta magna tarea de rescatar la imagen y presencia de nuestra moneda, o de lo que queda de ella a estas alturas del partido.

Pero no es cambiando las imágenes de los billetes o de las monedas sencillas como se va a arreglar el espantoso escenario económico de Venezuela. De nada servirá un nuevo diseño y la amputación de ceros propuesta en la reconversión que, con tanta precisión y cara de seriedad, anunció tiempo atrás el hoy reelecto señor Maduro con fecha irrevocable, el 4 de junio de 2018.

La realidad económica, los sermones inapelables del diputado opositor José Guerra y, como es lógico, la opinión de los directivos de la Asociación Bancaria de Venezuela, presidida por Arístides Maza, hicieron entrar en razón al señor Maduro, o al menos así lo dijo el reelecto en clara e inteligible voz, cosa extraña en él, pero fue así y en este caso no vamos a ser mezquinos.

En todo caso, hay que prepararse para nuevas y renovables reconversiones, según se acerca y sigue creciendo el huracán gigante de la inflación. Contra ello no hay nuevo billete que sirva. Pero valdría la pena intentar dos cosas, muy sencillas por cierto: imprimir billetes sin denominación y tenerlos en reserva (no se rían, por favor) y agregar a los billetes soberanos algunos rostros civiles, pues todos son héroes militares, a excepción del díscolo Simón Rodríguez.

Y para las feministas va un recordatorio: la única que aparece es Josefa Camejo, y en la más baja denominación de papel moneda, apenas dos piches bolívares. ¡Machistas!


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