Cuando se juega perversamente con los ciudadanos y en especial con aquellos que fueron militantes de izquierda en los años violentos de los sesenta, solo indica el derrumbe moral de una presunta revolución que dijo nacer para rescatar el país de las manos de una clase política corrupta.

Para mayor deshonra se acudió al histórico Samán de Guëre y allí, invocando el espíritu de Simón Bolívar, se juramentaron para iniciar la tarea libertadora y regeneradora encarnada en la todavía nublada y lejana V República. Validos de ese juramento se sintieron con el poder suficiente para pisotear la Constitución Nacional aprobada en los inicios de la democracia civil, luego de la derrota de la dictadura y la fuga precipitada del general Pérez Jiménez.

Quien haya vivido esos democráticos primeros años recordará no sin gran nostalgia cómo la libertad se vivía en las calles, en las plazas, en las radioemisoras, en las universidades y liceos, en los gremios y sindicatos, en las federaciones campesinas y, todo hay que decirlo, hasta en las policías que debieron ser creadas con un espíritu totalmente diferente a la vieja usanza.

Quizás alguien se acuerda de la Criminológica, un cuerpo especial de investigaciones fundado en esos años democráticos con el único propósito de investigar los crímenes y no de reprimir a la gente. También es posible recordar que la temible Policía Militar fue eliminada y que, en Maracay, el cuartel que dejaron vacío fue de inmediato convertido en el liceo José Luis Ramos. La sede de la Policía de Aragua se desalojó de tan indeseables agentes y luego allí fue exhibida, en parte, una colección de arte donada por Miguel Otero Silva.

El caos del tránsito se dejó en manos de estudiantes que, como “Guardia Cívica” con un simple brazalete atado al brazo, imponían respeto a los conductores que les obedecían sin chistar. Ni qué decir el amor a los militares, a los oficiales y suboficiales, a los sargentos y soldados, que nadie se negaba a transportarlos a sus casas y cuarteles, y menos aún facturarles un plato de comida, que siempre iba por cuenta de la casa. Este fervor nos trae a la memoria la Revolución de los Claveles en Portugal, hermosa y renovadora a más no poder, luego de enterrar a la larga y feroz dictadura de Salazar.

En Venezuela esos tiempos felices existieron contra todos los pronósticos y contra todos los pesimismos. Civiles y militares unidos, incluso en la tarea más sencilla de reconstruir la esperanza democrática, de trabajar y discutir sobre lo que más le convenía a la comunidad. Nadie decía no… si había que colaborar en una tarea común, ya sea limpieza de las calles, vacunación para los niños, reparación de las escuelas, crear hogares para ancianos y guarderías.

El Día de la Aviación Militar a comienzos de diciembre era esperado para ir a admirar a nuestros aviadores, los mismos que atemorizaron a Pérez Jiménez. ¿Y por qué hablamos de este tema tan lejano y casi olvidado? Porque el aire de libertad jamás debe perderse. Hoy los presos políticos y unos que no lo son han salido de la cárcel. No es un perdón sino el miedo que siente el poder. Al general Baduel le temen y lo esconden, al general Rodríguez Torres ni siquiera lo metieron en La Pica sino que lo esconden en una oficina de la Dirección de Inteligencia Militar. Presos con futuro.  


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