De sí mismo dice ser “soldado, bolivariano, revolucionario, socialista, antiimperialista y radicalmente chavista”. Quizá estime suficientes tales etiquetas para prender y apagar la luz cuando puede y no cuando debe. Se trata del mayor general Luis Motta Domínguez, titular del Ministerio para la Energía Eléctrica y presidente de Corpoelec, declarado por los zulianos (con sobrada razón) persona non grata, cuyos dotes para la fabulación nos maravillan al producirse un apagón y dejar a oscuras al país, e intentar explicar sus causas. Sus invenciones compiten con las de Jorge Luis Borges al inventariar seres imaginarios, los nunca identificados saboteadores de la oposición, y sobre todo al catalogar una fantástica colección de animales entrenados por sus fantasmales domadores para boicotear el suministro de energía eléctrica.

Para quienes, según él, roban materiales y equipos –cables desechados, en realidad– pidió hace algo más de un mes entre 25 y 30 años de cárcel, con lo cual pretendió amedrentarles o meterlos en cintura; y por eso, a fin de explicar una falla ocurrida recientemente en los Altos Mirandinos que dejó a oscuras durante más de 5 horas a buena parte de la Gran Caracas, echó mano de su particular bestiario a objeto de señalar a un roedor como responsable de la misma. Al principio, porque habló de “ratón”, se creyó que hacía referencia a la resaca de algún empleado encargado de velar por la buena marcha de estaciones y subestaciones. Pero luego precisó: No, señoras y señores, camaradas y camarados, no se trata de resaca alguna, sino de una rata gris, escuálida y peluda que, como los venezolanos en su mayoría, se estaba comiendo un cable. Y he allí el origen de la oscurana. No, no fue un ratón –de cualquier malla sale un ratón– fue un Rattus miomorfo, soberana de cloacas y cañerías que, en la más pura peladera y a falta de queso, se zampó el cable aludido, agravando las penurias de la gente: si no hay luz ya sabemos, los hidroneumáticos no funcionan y entonces tampoco hay agua; si no hay luz, enmudecen las centrales telefónicas; si no hay luz, bueno para qué seguir. Volvamos con Motta Domínguez.

Hace bien el ministro rojo lumínico y verde oliva en declararse “radicalmente chavista”. Ello nos aclara por qué miente tanto y tan seguido y continúa en un cargo del que, en cualquier país con una administración medianamente responsable, ya hubiese sido aventado. Pero, como en revolución lo extraordinario deviene cotidiano, la excepcional ineptitud de este y los otros ministros del gabinete más incompetente de nuestra historia es no solo tolerada, sino recompensada con elogios y promociones. Como se ha premiado a los funcionarios sancionados por corruptos por la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá.

De oficiar de iluminador al servicio de un régimen fundamentalista, apegado al vindicativo ojo por ojo del talión, nuestro electro general –y eso sería justicia poética– habría sido electrocutado. Tiene suerte de vivir en un país donde los altos mandos no rinden cuentas y el revanchismo es potestad suya, cual  proclaman los hermanos Rodríguez.


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