Luego de viajes, de entrevistas con altas autoridades del socialismo madurista, de enviados especiales a Washington y de una retahíla de críticas e insultos de parte y parte, se ha producido la liberación del señor Joshua Holt, pastor estadounidense, apresado hace dos años y señalado por el gobierno venezolano de ser espía al servicio del imperio, aunque a estas alturas no sabemos de cuál de los imperios porque a Estados Unidos le han salido varios competidores de talla mundial, Rusia y China por lo pronto.

El señor Holt está casado con una venezolana Thamara Caleño, a quien le encasquetaron la misma etiqueta de espía,  privándola de todos sus derechos como ciudadana de este país que ordena abrir un juicio, recabar pruebas, nombrar un defensor y recibir visitas de su familia y de las autoridades consulares en el caso del señor Joshua Holt. No sabemos si ello les fue permitido porque siempre se mantuvo un velo de misterio en torno a la pareja.

Lo cierto es que nadie, que se sepa, ha visto el expediente o al menos le ha dado una ojeada como se le permite a un abogado defensor. O quizás sí, todo es posible en el extraño mundo de Maduro. Pero no olvidemos que la esposa del supuesto espía es venezolana y se merece un trato decente hasta que se demuestre fehacientemente que es una vulgar agente de Washington o de cualquier otra potencia. Nada de eso está probado y saltan las suspicacias sobre si se está ante un montaje que perjudica a una señora que su único pecado es estar casada con un misionero mormón. Que se sepa casarse con un mormón no es un crimen según las leyes venezolanas.

Resulta por demás interesante observar cómo actuaron las autoridades francesas con el terrorista venezolano el Chacal. Se le aplicaron medidas estrictas de seguridad, pero jamás se le impidió tener un abogado defensor, incluso uno de los más famosos de Francia. Luego se casó en la cárcel, se defendió además a viva voz y la prensa de París se dio banquete con sus explosivas declaraciones y cartas manuscritas que deslizó hacia los medios de comunicación por intermedio de manos amigas. Hasta el cónsul de Venezuela cumplió con su deber ineludible de acudir a inquirir si necesitaba algo para facilitárselo.

Igual ocurrió con los sobrinos presidenciales capturados en Haití y llevados a Nueva York para procesarlos por narcotráfico. Los jóvenes sobrinos tuvieron la protección de la ley durante todo el transcurso del juicio, contaron con la defensa más costosa que hubieran imaginado, hasta se les permitió que un nuevo rico bolivariano asumiera sin pestañear todos los costes del juicio si a ello hubiere lugar. Nadie los acusó de espías, de terroristas o de guardar armas y de ser traidores a la patria.

Pero veamos el lado opuesto de la moneda. Al señor Joshua Holt y su esposa, venezolana de nacimiento hasta donde se sabe, se le da la libertad a petición de un gobierno extranjero que, entre otras menudas cosas, el señor Maduro ha acusado de enemigo número uno del gobierno de Venezuela.

Nos parece muy bien que se les conceda la gracia presidencial al señor Holt y su esposa, pero por qué no se escuchan y se complace a las madres venezolanas que hoy imploran la libertad de sus hijos que hoy están en el Sebin y otras cárceles sometidos a vejámenes inaceptables. 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!