Caracas no es la nueva Jerusalén, ni nada por el estilo, porque sus habitantes jamás han pensado en convertirse en habitantes de la ciudad santa de la actualidad. Se han contentado con repetir los hitos marcados por los evangelios para conmemorar la vida y la muerte del Mesías. En este caso, la crucifixión y la resurrección del hijo de Dios, porque estamos en Cuaresma y profesamos mayoritariamente la fe católica. Pero ahora tendremos que innovar, debido a motivos sin vínculos con los rituales de la Semana Santa.

O reducir, más que innovar, porque la feligresía, aparte de las penurias de electricidad, de medicamentos y comida, sufre la escasez de palmas. Como se sabe, desde la antigüedad los católicos nos conectamos con la Pasión de Cristo comenzando con la bendición de las palmas en los templos, a través de la cual sentimos que acompañamos a Jesús cuando entró en la ciudad santa montado en un borrico para iniciar el recorrido de su martirio. Quizá tampoco ahora podamos encontrar el borrico, porque también las especies animales padecen las penurias impuestas por la usurpación, pero el problema fundamental es la limitación de la simbología por el limitado lote de palmas que llegarán a las iglesias para su bendición.

Inparques, conservador de los espacios vegetales y vigilante de la fragilidad de los ecosistemas, ha impedido que los Palmeros de Chacao corten las palmas que habitualmente han cortado para la celebración del Domingo de Ramos. Solo bajarán quinientas, en lugar de las habituales setecientas. En la iglesia de San José de Chacao, y en otras del municipio en las cuales se agolpaban los fieles para llevarse su cuaresmal memoria, las colas serán menguadas, aunque esperamos que no lleguen a tanto las oraciones de los frustrados adoradores. Seguramente el organismo tiene razones técnicas y sabidurías especializadas para reducir la provisión de las tales palmas, pero el hecho no deja de ser una evidencia de cómo la usurpación se empeña en cambiarnos la vida aun en manifestaciones significativas como las que conmemoran el inicio de la Semana Mayor.

Se agrega al hecho un motivo nacional, pues la tradición de la recolección y la bajada de las palmas se remonta en Chacao al año de 1776, cuando el famoso padre Mohedano pidió que las trajeran del Ávila, o de como se llame ahora ese cerro en la flamante nomenclatura indígena, como lenitivo celestial contra la fiebre amarilla que entonces azotaba a la ciudad. Por consiguiente, la decisión de Inparques no solo conspira contra el rito universal de los ramos, sino también contra una historia entrañable para los habitantes de Chacao y para los caraqueños en general. Parece evidente que manejan razones de importancia para la protección del entorno vegetal de Caracas, pero como sus directivos han sido tan chambones y tan ausentes, no dejan de provocar suspicacias, la verdad sea dicha. El solo hecho de observar el abandono de lugares esenciales para el solaz de los capitalinos, como el Parque del Este, permite sospechas sobre la veda de palmas y sobre la restricción de la actividad de los palmeros en estos santos días.

Pero, como Inparques no tiene autoridad sobre la fe de los caraqueños ni sobre las pompas de la Cuaresma, las pocas palmas que aparezcan en las iglesias serán bendecidas por los sacerdotes. Algo nos queda de tradición, todavía persisten los oficios de los mayores, aunque estorbados. Todavía no hay que meterse en catacumbas para acompañar la Pasión de Cristo. Amén.


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