En otro de sus cada vez más frecuentes extravíos verbales, el señor Maduro aprovechó la clausura de la Feria Internacional de Turismo, celebrada el pasado domingo en Margarita, para afirmar que “la especie humana está en peligro de extensión” y no de extinción. Como, además, el acto final del escuálido evento coincidió con el primer aniversario de la muerte de Fidel Castro, no vaciló en endilgarle a este la autoría de tal enormidad. Verdad es que, al caer en cuenta de su desatino, eximió al extinto dinosaurio caribeño de toda responsabilidad por una frase sin fundamento que quedó en el aire, flotando en torno a las seseras de los asistentes, como de su cosecha. A fin de cuentas, disparates mayores ha dicho, sobre todo al culpabilizar de sus fracasos a quienes le adversan políticamente.

Por cuáles vías llegó a tan apocalípticas confusiones y conclusiones es cuestión que puede prestarse a todo tipo especulación. Quizá lo impactó alguno de los documentales que sobre las atroces profecías de Nostradamus acostumbra a emitir History Channel. O tal vez habla a partir de las cifras negativas de su gestión; por ejemplo, la reducción de talla observada en los infantes venezolanos a consecuencia de la desnutrición, un problema que viene agudizándose dramáticamente, pero es de plano negado por un gobierno al que cualquier información en este sentido le parece mediática manipulación de la derecha fascista para que la comunidad internacional proporcione ayuda humanitaria, como excusa injerencista, y dar al traste con la revolución y frustrar la plena realización del hombre nuevo.

En agosto del año pasado un diario boliviano, La Voz, publicó en su versión impresa una noticia en la que el presidente de la República, Nicolás Maduro, presuntamente aseguraba que en Venezuela lo niños se morían de hambre a propósito para justificar una intervención extranjera. La información fue copiada de un portal humorístico y, dado el empecinamiento del cogollo gubernamental con teorías conspirativas, nada de raro tenía que un desprevenido periodista diera por ciertas y serias las mamaderas de gallo de los redactores del blog Un Mundo Triangular.

Lo que avanza a pasos agigantados hacia su extinción definitiva no es la humanidad; son las ideas de Maduro y su entorno, el arsenal de simplezas con que goebbelianamente machacan mil veces sobre una guerra inexistente, la económica, y a la que se refieren cada tanto planeando batallas virtuales contra enemigos invisibles.

Como el gran publicista del Tercer Reich, los ministros de propaganda encargados de vender las bondades de la revolución están convencidos de que “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida”. Y, lógicamente, piensan que “cuanto más grande sea la masa a la que hay convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental que se debe realizar”; sí; y como argumentaba el alemán, estiman que: “La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. Mas ya esa fórmula se agotó porque, como reza el refrán, amor con hambre no dura. Y aunque pretendan regular los sentimientos y prohibir el odio, el estómago podrá más que los embustes.


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