Quienes analizan la motivación ocupacional y diferencian claramente entre  la movilización social eficiente y las políticas asistencialistas sustentadas en la extorsión, como la instrumentada, primero, por Hugo Chávez mediante el “ven a mí que tengo flor” de las misiones y magnificadas, después, por Maduro con el bono de ocasión y para lo que sea con tal de que votes por mí, custodio y garante del legado (¿?) de su mentor, esgrimen varios y convincentes alegatos contra la teoría del palo y la zanahoria, según la cual “para hacer que un burro se mueva debes colocar una zanahoria delante de su hocico y golpearle el lomo con un palo, de modo que aprenda a temer al castigo y a desear la recompensa”.

Vale la pena revisar, aunque sea someramente, sus argumentos, pues esa teoría subyace en el trato que el gobierno bolivariano dispensa a su clientela, es decir, a los millones de empleados, más de la mitad becados innecesarios, insertos en la administración pública y a los CLAPadictos patriocarnetizados. Saberse recompensado de antemano, sostienen los críticos de la estrategia pavloviana, no estimula la productividad, rendimiento o creatividad del trabajador. Por el contrario, lo vuelve adicto a la manguangua subvencionada.

Hasta ahora la zanahoria era metáfora de los CLAP, bolsas o cajas contentivas de alimentos de dudosa procedencia y, en muchos casos, no aptos para consumo humano. Pocos días antes del circo comicial fueron decomisadas en Colombia 400 toneladas de productos en mal estado destinados a los comités locales de abastecimiento para ser repartidos entre potenciales votantes; el palo lo era el de las colas concomitantes.

El gobierno quiso agudizar la pena, obligando a los dependientes de su caridad a votar por quien era el causante de su humillante condición.

Decidieron recibir los premios, pero se abstuvieron de validar la farsa del CNE. 48 horas después del fiasco leíamos noticias como esta, publicada el martes 22 de mayo en El Nacional: “Vienen castigos ejemplares para los trabajadores que no votaron”. La alarmante información abunda en detalles sobre las represalias que esperan a los que, hartos de manipulaciones, no fueron comparsa de los templetes electorales. Así se desprende de la noticia de marras, donde se afirma que “70% de los empleados del Estado se abstuvo porque están cansados del hostigamiento laboral”.

“Hubo mucha presión para ir a votar y cumplir con el 1×10. El domingo desde las 11:00 am las salas situacionales de los organismos y empresas del Estado se comunicaron telefónicamente con los trabajadores amenazándolos si no cumplían con la revolución”, dijo a los periodistas Marlene Sifontes, del Frente Autónomo de Defensa del Empleo, el Salario y el Sindicato.

No era tal el regocijo de la dirigencia roja por su presumida y cacareada victoria sobre la abstención. Y como corresponde a su calaña revanchista, buscarán compensar su frustración, descargando sobre trabajadores fieles a los dictados de su conciencia, el peso de la venganza, única forma de justicia que conocen quienes convirtieron los derechos ciudadanos en letra muerta. Quieren dar palos y retirar la zanahoria. Pero los burros son ellos. Los trabajadores resistirán.


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