La oposición no ha logrado la construcción de un mensaje que relacione su trabajo político con hechos y valores anteriores. A los líderes de la MUD todo se les va en la atención de lo cotidiano, en mirar solo  los que les pasa frente a la nariz, en estudiar encuestas, sin relacionar su actividad con una serie de acontecimientos y con un conjunto de premisas que provienen del pasado y que les pueden servir de plataforma.

Si consideramos que los problemas de Venezuela tienen raíz antigua, así como las búsquedas para remendarlos; si sentimos que la historia no empezó hoy, sino desde hace mucho tiempo, sobre todo si se trata de asuntos republicanos, es evidente que el liderazgo que se enfrenta a la dictadura se distingue por la superficialidad y por la ligereza.

En cambio, el chavismo lo ha hecho bien en este sentido. Ha fabricado una historia que comienza en los tiempos de Guaicaipuro luchando contra los conquistadores españoles y llega a la cúspide con Chávez en su pelea contra el imperialismo. No es una narración convincente, sino una agrupación de lugares comunes o una reiteración de estereotipos y patrañas, pero ha cumplido el cometido de dar sustento a un proyecto de dominación. Si le buscamos las goteras, encontraremos troneras, la verdad sea dicha; pero nadie puede negar la fragua de una relación con las vicisitudes de la sociedad que tiene o pretende tener largo aliento.

La narrativa de la oposición, si concedemos que existe, rara vez busca apoyo en la evolución de la sociedad. Los hitos del republicanismo llevados a cabo desde el siglo XIX jamás se recogen en sus discursos. Los hombres de tendencia liberal que trabajaron por la construcción de una convivencia moderna brillan por su ausencia. Las viejas luchas por la libertad apenas se mencionan, como si no hubieran existido. La experiencia de la democracia representativa pocas veces tiene cabida en sus intervenciones, como si les produjera vergüenza referirla. En suma, han impuesto un discurso plano e irrelevante cuyo destino es la fugacidad.

¿Acaso sienten que la historia comienza con ellos? ¿No se ven como herederos de una tradición democrática que se debe encarecer y rescatar? ¿No sienten el vacío de sus vocablos, la falta de ataduras que los amarren a la tierra venezolana y a unos sacrificios que son un legado insustituible y un puente para victorias políticas? Por comodidad o por ignorancia se han alejado de la consistencia de un discurso que solo puede tener sentido si prueba un vínculo indiscutible con el devenir de la sociedad. La política es actualidad, desde luego, pero no solo actualidad. Hunde sus raíces en la evolución de una comunidad anterior que es ignorada de manera olímpica por los actuales portavoces de la MUD y por quienes hacen tienda aparte en la orilla de la oposición.

Se ha insistido últimamente en el trabajo de los independentistas catalanes en la construcción de un relato capaz de sostener sus aspiraciones. Se trata de un relato amañado, pero eficaz, que ha llamado la atención de los analistas. No se pide una deformación o una manipulación de tal naturaleza a los líderes de la oposición venezolana, sino apenas que se sienten a pensar en la vaciedad de unos discursos que se lleva el viento porque no tienen peso específico.


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