Ya es un clamor que el partido gobernante emprenda una reorganización que modernice (si ello es posible, cosa que dudamos) y le insufle algo de vida a la dinámica partidista interna del socialismo del siglo XXI. Es, según sus militantes, una tarea que no puede esperar mucho porque el rancho está ardiendo y el incendio puede arrasar con todo lo que han logrado (¿?) en estos años.

No nos corresponde a los venezolanos sensatos darles consejos a quienes se han hecho dueños del poder y desprecian cualquier sugerencia que no provenga de la rosca que rodea a Nicolás Maduro y que, para mayor desgracia, filtra y desmerita cualquier iniciativa de los militantes jóvenes que tienen ganas de salir de viejos deshonestos, civiles y militares, que llevan al partido por el camino de la desgracia.

Salvando las distancias, que son muchas, no queda otra alternativa que referirnos a la profunda crisis moral que padece Venezuela provocada por quienes, proclamándose hijos de Hugo Chávez, hoy cometen tales desmanes y fechorías que no hacen otra cosa que enterrar en el olvido al héroe militar que, contradictoriamente, les dio a ellos cierta vida y vigencia política nacional e internacionalmente. Así paga el diablo. 

Ahí está el caso de la OEA, un organismo interamericano que Chávez, con la tutoría de Fidel Castro, sometió a sus designios más perversos, al punto de domesticarla de acuerdo con sus deseos. Hoy, con el deficiente de meninges del canciller Arreaza, el reelecto Maduro se ve en el aprieto de salir como moza de taberna a recoger los vidrios rotos. Y es que si no existiera Maduro, todos sus compinches civiles y militares quedarían al descubierto en su monumental mediocridad.

Hace un par de días uno de los héroes bolivarianos, el “diputado” Carreño, ex militar para bienaventuranza de los oficiales que nunca asaltaron una cantina en un cuartel, exhibió una sentencia de un tribunal en la que, según él, El Nacional, diario decente y de larga trayectoria de respeto por los ciudadanos (cosa que no acostumbra el diputado Carreño), pasaría a manos del “honorable” capitán Diosdado Cabello como consecuencia, forzada, inevitable y provocada, de una decisión judicial.

Carreño cuenta los pollos antes de nacer. Si se cancela la suma que estima el tribunal, pues tanto Cabello como Carreño se quedan con un palmo de narices. Y estamos dispuestos a pagar aunque en ello dejemos el alma. A este diario lo va a defender el país entero. El Nacional es de Venezuela, no lo vamos a dejar en manos poco limpias.

El anuncio, falso como todos los de este gobierno, provocó una ola de indignación no solo entre los venezolanos, sino también en la opinión pública mundial. Y quienes pensaban utilizar esta medida judicial para ocultar el rotundo fracaso de los agentes bolivarianos en la OEA, ineptos tarifados por lo demás, ahora se encuentran prisioneros de los actos de su propia ignorancia porque la prensa latinoamericana y europea le han dado al caso una dimensión mundial, en defensa de la libertad de expresión y para peor, poniendo de relieve la calaña de quienes aspiran adueñarse de un diario de relevancia continental, fundado por el escritor Miguel Otero Silva y mantenido en alto, por encima de las dificultades, gracias a su hijo Miguel Henrique Otero.


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