En una nota de la agencia AFP, firmada por Alex Vásquez, se recoge con minuciosidad el inicio del proceso destinado a destituir a los integrantes del máximo tribunal del país que, en una jugada torpe y escasa de neuronas muy propia de civiles y militares chavistas, trató de estirar la liga más allá de lo posible hasta que les reventó en la cara.
Hoy, aunque solo sea para vergüenza de ellos, les ha caído un verdadero balde de desechos sobre sus carreras profesionales. En algunos casos, ya desde tiempo atrás algunos de ellos pintaban el mal camino de la justicia, pero ni siquiera el ser favorecido no solo con una o dos oportunidades de gran valor para sus vidas se pudieron apartar de su pasado que, ahora, ha resucitado con más fuerza que antes, incluso con repercusión en la prensa mundial. 
Y es como dice la gente del pueblo, los mochos se juntan para rascarse las espaldas. Esa juntica de un ex convicto, con un golpista a quien buscan varios cuerpos policiales para interrogarlo, junto con un general que está en la lista Clinton (¿?) y un dirigente estudiantil en sus años mozos y hoy alto jefe ejecutivo de Nicolás, y que ante su paso se prenden todas las alarmas antiterrorismo del mundo, no se iba a reunir para construir una serie de jardines de infancia. 
Creer que el triunfo (¿paliza?) ocurrido el 6 de diciembre iba a ser reconocido tan fácilmente por un gobierno de tramposos forma parte de las fantasías que ningún político serio puede darse el lujo de cometer. 
Quien le gana una partida de póker a tales tahúres debe estar bien preparado para cobrar rápido y salir del sitio rodeado de guardaespaldas. Como informa el cable de la AFP, el proceso para destituir a “esos magistrados tiene escasas posibilidades de prosperar ante el poderoso muro institucional chavista”. 
Pero esas son las peleas que deben darse siempre, es decir, aquellas que parecen imposibles a primera vista pero que al ir a la escena de la batalla incitan la imaginación y se abren trochas para incursionar y atacar por sorpresa “al enemigo”, como nos llaman los militares chavistas. 
Semanas atrás se había desatado una guerra entre los opositores que, a nuestra forma de ver, fue tan encarnizada que era imposible que alguien sobreviviera a ese saturado bombardeo de insultos, calumnias y, por supuesto, acusaciones de traidores y vendidos. 
Lo que más llamaba la atención era la ausencia casi total de críticas que valoraran los hechos en su justa dimensión, que señalaran los graves errores que se estaban cometiendo con esa actitud boba de ciertos políticos y, por encima de todas las cosas, revisar la historia de las grandes batallas contra las dictaduras en el mundo y sus caídas estrepitosas. 
Ahora el gobierno de Maduro enfrenta una situación inesperada: la cúpula gobernante, la camarilla civil y militar no se siente cómoda con el heredero de Chávez y sus consejos son a más de malignos, sumamente perversos. 
A Nicolás lo han dejado al desnudo, el TSJ por intriga de la cúpula civil y militar lo ha graduado de dictador mundialmente, lo ha hundido en la OEA, los hermanitos Rodríguez lo han puesto a pelear con aliados como Uruguay, Chile, Brasil, España y pare de contar. Pero no con Trump, porque como dice Delcy, ese “catire es un amor”.   


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