La nueva tanda de diálogo que se lleva a cabo en la República Dominicana es de vital importancia. Como la dictadura no ha rectificado su política orientada al desastre, se requiere de un impulso que no salga del interior de la cúpula oficialista para la búsqueda de soluciones, por lo menos mínimas, aunque se requieren de gran calado. Pero salidas inmediatas, antes de que el país estalle como una bomba de largo alcance.

La búsqueda de desembocaduras políticas es esencial, pero no tanto como procurar una nueva orientación de la economía que permita una vida llevadera, por lo menos. Necesitamos un nuevo CNE que no obedezca sin chistar las órdenes del Ejecutivo y que restituya la confianza en los procesos electorales.

También necesitamos que el respeto pleno que merece la AN, único Parlamento con legitimidad porque nació de la soberanía popular, se establezca y respete. Se debe detener la desmedida influencia de una ANC espuria y obediente a Miraflores.

El TSJ requiere una operación sanitaria para detener el manejo irregular de los tribunales y las amenazas que salen de su seno contra los pocos poderes independientes que todavía existen. También deben borrarse las limitaciones que impiden  el movimiento libre de los partidos políticos. Todo eso hace falta, desde luego, y debe ser tratado en la mesa de diálogo, pero las penurias de los venezolanos obligan a un tratamiento de emergencia.

Los sueldos no alcanzan debido a la megainflación que la dictadura mima como si fuera su criatura predilecta. El hambre campea como en las situaciones de guerra que caracterizaron el siglo XIX, o mucho peor. La gente muere o corre serios riesgos de salud por la falta de medicinas. Las filas de indigentes son ahora parte esencial del paisaje venezolano, mientras un elenco de enchufados y de magnates protegidos por el madurismo lucen sus galas y sus escandalosas prebendas en los salones del jet set internacional. ¿No son asuntos  de naturaleza social y humanitaria que requieren la atención de los dialogantes dominicanos?

Ciertamente los reclamos propiamente políticos son fundamentales, pues de su atención dependen a mediano plazo los remiendos del desastrado capote venezolano. Nadie duda de la necesidad de limpiar las porquerías que impiden un camino electoral digno de una república hecha y derecha, ni de que desaparezca el basurero del CNE, ni de que muchos magistrados se retiren a la soledad de sus habitaciones, ni de que cesen los estorbos para el funcionamiento de los partidos, pero la situación de miseria y de colosal abandono que nos oprime y avergüenza como colectividad no puede quedar en segundo plano.

La dictadura intentará evitar su tratamiento y negará las acusaciones que se hagan a sus descuidos y a sus negligencias en la atención un pueblo sumido en la desesperación, pero los oposicionistas deben ponerlos en el centro de la mesa como tema primordial.

Las necesidades de la sociedad son prioritarias frente a las urgencias de la democracia desaparecida, o forman un rompecabezas único que se debe soldar en conjunto, sin que se busque primero el resguardo de lo propiamente político. Lo primero no se remienda sin lo segundo.


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