Resulta dolorosamente explicable que cuando un país cae en las manos de un mal gobierno, las atenciones y servicios que el ciudadano debe recibir del Estado van menguando en la misma medida en que la miseria moral y el derrumbe ético logran enterrar cualquier vestigio de compromiso social o político gubernamental. Lo que Venezuela padece hoy es el dolor de una propuesta insensata y caprichosa, vulgar y criminal, de un socialismo para aventureros y oportunistas de viejo cuño.

Veamos, por ejemplo, cómo los principales deseos de la población (no digamos pueblo porque ya su significado ha sido despojado de cualquier rasgo de solidaridad humana) se convierten progresivamente en objetivos incumplidos, en promesas maltratadas por el cinismo de los gobernantes y, como si fuera poca la humillación, deben ser acatados en silencio y obediencia permanente.

Cuando gracias al esfuerzo colectivo y valeroso de un grupo de investigadores sale a la luz un hecho tan atroz que resulta increíble porque contradice la esencia humanitaria del venezolano común, la reacción ante la verdad revelada es de una fuerza aterradora. Resulta que 88% de los hospitales de Venezuela “tiene fallas en el suministro de medicinas”.

Imposible, se dirá de inmediato, porque ha calado hondo en la conciencia popular el repique de campana de palo que proclama que somos el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo. No solo alardeaba de ello el comandante eterno, sino el coro de adulantes que ensalzaba su nombre como la llave mágica de la cueva de Alí Babá. Y mientras los nuevos socialistas del siglo XXI se convertían en Caperucitas Rojas, desde una isla arruinada por un vendedor de ilusiones, un lobo con barba iba alimentándose de un país generoso pero tonto e ingenuo, estúpidamente engañado por un encantador de serpientes. Y hablando de ello no olvidemos que Adán Chávez llevó la manzana a la boca de su hermano.     

¿Y quién es el responsable principal de tamaña maniobra desconsiderada, mafiosa y elemental? No es precisamente la derecha fascista, ni los traidores a la patria, ni siquiera los grandes grupos económicos que salieron pitando cuando vieron que se acercaba el huracán castro-rojito. Los culpables están a la vista, no es necesario apelar a los oftalmólogos ni al cambio de las lentes de nuestros anteojos. Basta con sintonizar los avasallantes medios de comunicación del oficialismo para conocer y no dudar sobre la falsa naturaleza de sus argumentos.

Porque no se trata de defender un régimen, a un presidente y a sus inmediatos colaboradores, una misión miserable que muchos hemos contemplado con asco en los últimos tiempos. Se trata de tener cínicamente lo que no se debe tener jamás, lo que te distingue entre un gorila y un ser humano, tomando en cuenta que los dos poseen  en sí vida aunque no entendimiento. 

Que en Venezuela los hospitales carezcan sistemáticamente de medicinas ya no es una noticia. Pero que una encuesta seria y valiente, publicada por la agencia Efe y realizada “por un grupo de médicos y la Comisión de Desarrollo Social del Parlamento del país caribeño”, sí es un hecho que no solo es noticia sino que debe ser exaltado y aplaudido en nuestro país y, por supuesto, en el exterior.


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