El lunes en la noche, cuando la mayoría de los venezolanos regresaban a  sus hogares, se sintieron sobresaltados por las noticias que las redes sociales daban a conocer sobre una grave situación de emergencia que azotaba el estado Zulia y, en especial, su capital Maracaibo. Al observar las imágenes en la noche, con grandes llamaradas que lamían el cielo, a los venezolanos se les llenó el corazón de tristeza por esa tierra tan querida.

Lo cierto es que el socialismo del siglo XXI pasará a la historia por los muchos daños que le ha infligido a tantas regiones de Venezuela, pero, a no dudarlo, lo del Zulia supera cualquier ejercicio cruel de la imaginación. No sabemos a qué se debe esa tirria tan especial y empecinada contra una región a la que tanta riqueza le debemos. Porque si bien el Zulia ha producido petróleo suficiente para hacer del lago y los poblados que lo rodean una zona de paz y trabajo, también se debe reconocer que sus aportes a la venezolanidad son innegables en todos los aspectos sociales, agropecuarios, académicos, científicos y culturales, y no pare de contar.

Entonces, ¿por qué los militares maduristas y sus compinches civiles se han ensañado con esta tierra que lo único que produce es riqueza a más no poder? La única explicación posible es una gran y turbia envidia, pues resulta innegable la incapacidad de los uniformados de alta graduación para lograr éxitos económicos para la república.

Gracias a las investigaciones de la fiscal general de la República, y del hoy ilegítimo fiscal vestido cual muñequito de torta, así como una bien aceitada red de periodistas investigadores que no tienen perdón con nadie, los venezolanos hemos accedido a pruebas y documentos rotundos sobre cómo ha funcionado la red de corrupción que se ha instalado desde la llegada al poder de los golpistas y su alianza contra natura con representantes del crimen transnacional organizado.

Tal alianza no solo perjudicó cualquier atisbo de limpiar la burocracia gubernamental de los chanchullos del pasado sino que, por desgracia, limpió el terreno para sembrar una de las mafias más metastásicas de nuestra historia. Basta con revisar cada una de las actividades económicas, políticas y sociales nacidas a la sombra del proceso para descubrir tumores en pleno crecimiento de corrupción como si Venezuela fuera la FIFA, esa red de vagabundos que convirtieron el deporte del fútbol en un gigantesco negocio particular.

Cuando los venezolanos observan con malicia que el general Motta sigue atribuyendo a las iguanas las desgracias en el servicio eléctrico, la gente se pregunta si él no piensa renunciar alguna vez, si duerme bien, si es un ser humano o un robot. Porque no se trata de estar en la oscuridad una noche con la nevera sin funcionar. Nada de eso, mi general.

Haga un esfuerzo y recuerde que hay niños que mueren en las incubadoras, que existen pacientes recién operados que dependen de su irregular desempeño como ministro para seguir viviendo, de centenares de ancianos que necesitan ser auxiliados con oxígenos, y tantas otras tragedias que usted conoce pero finge desconocer.     


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