Hace años que las autoridades del Banco Central de Venezuela y del Instituto Nacional de Estadísticas –convencidas acaso de que ya nadie tomaba en serio sus manipulaciones numéricas y de que era inútil seguir mintiendo, pues lo que está a la vista no necesita anteojos– dejaron de suministrar la información que están obligadas a difundir para que la ciudadanía esté al día con el acontecer económico nacional y se entere de cómo se administra la cosa pública.

Afortunadamente, universidades y gremios profesionales sí se preocupan por dar a conocer los indicadores que el régimen dictatorial –porque las entidades aludidas están cuadradas con la estrategia encubridora u ocultista de los triunviros regentes, Maduro, Cabello y Padrino– y por eso tenemos la certidumbre de que estamos llegando al llegadero, tal como se desprende de la información comunicada, el miércoles pasado, por el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros, según la cual, a la fecha de su publicación, se necesitaban 96,5 salarios mínimos para cubrir la canasta alimentaria de un mes. Ya hoy, a la velocidad que suben los precios, se requerirá un centenar o más de esa miserable paga mensual.

Se utiliza con frecuencia en el habla cotidiana del venezolano la expresión estar (o andar) a millón, cuyo significado depende del contexto; sin embargo, puede decirse que denota apuros y urgencias  –no te paro porque ando a millón con los encargos– y en algunas situaciones, cuando las cosas han alcanzado su punto más álgido, una fiesta, por ejemplo.

Sin embargo, no deja de ser tentadora la posibilidad de su utilización para caracterizar el momento y circunstancias de la Venezuela actual. Y es que, si a ver vamos, ya ese número es el cartabón con que se gradúan y fijan precios y tarifas de los productos y servicios de mayor demanda. La hiperinflación avanza a millón y a millón se desgasta un gobierno que, anclado en el pasado, habla en gerundio, para no pensar en el futuro y hacer creer que busca salidas a una crisis que, esta sí, está a millón; pero, en realidad, deja la solución en manos de la Providencia: ¡Dios proveerá!

A millón deben estar los artífices del desastre improvisando respuestas a la “orden ejecutiva” del gobierno de Trump que prohíbe, a sus connacionales, transar con base en la criptomoneda emitida por el gobierno venezolano; una estocada de la que difícilmente se reponga la última coca-cola del desierto rojo con la que el reyecito y sus soldaditos de plomo –aseguraba el gerundio propagandístico ad hoc– se impondrían en la asimétrica guerra económica forjada en su imaginación.

Muere naciendo, ¡ay, gerundio y oxímoron!, el dinero digital anunciado con billonaria inversión publicitaria, un dispendio inexcusable en una nación donde el hambre, la escasez, la inseguridad y la corrupción andan a millón…como el cartón de huevos que inexorablemente alcanzará y superará ese mágico guarismo en menos de lo que canta un gallo. Pero la dictadura tiene una novedosa excusa: nos bombardean en el ciberespacio. Y, por qué preocuparse si el país está… ¡a millón!


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