Y mañana, ¡ay mañana!, habría exclamado un conocido narrador de fútbol la víspera de un partido crucial entre selecciones mundialistas; podemos parafrasearle ante la marcha convocada para este Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajador, que se perfila, más allá de la expectación fundada en el deseo ―wishful thinking―, como un punto de inflexión en el itinerario trazado por el presidente encargado y de la Asamblea Nacional para el cese de la administración de hecho, no de derecho.

Por los vientos que soplan podría ser un día inolvidable; sin embargo, frente a previsiones dictadas por el optimismo hay quienes, supuestamente con los pies en tierra, se preguntan qué pasaría si el llamado de Guaidó no satisface tales expectativas, Y no se trata necesariamente de pájaros de mal agüero. Hay antecedentes sobre los cuales se asientan aprensiones de buena fe. El pasado 23 de febrero mucha gente había contado los pollos antes de nacer y daba el mandado por hecho. Entraría la ayuda humanitaria con el apoyo o neutralidad de los militares y Maduro se iría muy largo a La Habana, Moscú o Pekín. Ello no ocurrió. 

La decepción fue mayúscula, hubo que reescribir el libreto y, afortunadamente, a pesar de la «derrota» celebrada por el usurpador, bailando salsa mientras ardían provisiones y medicinas, se pudo restablecer la confianza y regresó el entusiasmo. Para enojo de terceristas y ciberguerreros cuya función parece ser la de sembrar dudas y generar escepticismo entre los adherentes a la hoja de ruta que ha permitido el reconocimiento a la legitimidad del interinato de Guaidó por parte de unos 60 países y el repudio internacional al régimen de facto nominalmente presidido por Nicolás Maduro ―cual lo evidencian sanciones de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea― políticamente operado por los cubanos, económicamente subsidiario de los chinos y militarmente dependiente de los rusos.

La no comparecencia de Guaidó, por razones de seguridad, a la concentración de Barquisimeto puso de relieve dos cosas: por una parte, la gente perdió el miedo y está dispuesta a acudir a las citas pautadas por el líder de la transición, y la de mañana, según encuesta, concita la participación de más de 70% de la población; por la otra, la dictadura hará lo indecible para sabotear  o impedir las marchas, particularmente, a escala capitalina.

Para ganar la batalla de Caracas cuenta con colectivos homicidas, bandas de malhechores envalentonados con armas de fuego, pero que, a la hora de la verdad, serán puestos en fuga por el pueblo ―y cuidado si este no les aplica la ley de Lynch―.¿Cómo reaccionará la Fuerza Armada Nacional Bolivariana ante semejante despojo de su rol como garante de la seguridad ciudadana? En 2002, la oficialidad responsable se negó a poner en práctica el Plan Ávila. ¿Harán lo mismo ahora o se plegarán a una sanguinaria ofensiva contra civiles inermes, violando sus derechos de manifestar públicamente su descontento? Tengan presente, soldados que mañana podría ser el primer día de la transición hacia un modo democrático y pacífico de convivencia, y ustedes pueden ser héroes y no villanos de una gesta memorable.¡Ay mañana!


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