No alude el presente editorial a Oak Island, uno de los casi 360 islotes de Mahone Bay, Nueva Escocia (Canadá), donde se supone enterrado un tesoro cuya búsqueda ha ocasionado la muerte o desaparición de unos cuantos exploradores movidos por la codicia. Tampoco a Pingelap (Micronesia), en la cual 10% de la población sufre de acromatopsia, rarísima enfermedad congénita que restringe la percepción del color y condena a quienes la padecen a ver el mundo en blanco y negro –la causa de tan extremo daltonismo se relaciona, dicen, con la endogamia de los isleños–. No, nuestra maldición se refiere a la execración roja a nuestra maltratada Margarita.

Prácticamente incomunicada, pues son escasos, escasísimos, los vuelos entre Porlamar y tierra firme, y los ferris gestionados y confiscados por el gobierno se hundieron o fueron a recalar, como en un tango, a turbios fondeaderos de los cuales jamás han de zarpar, la alguna vez publicitada como el secreto mejor guardado del Caribe soporta, desde hace más de una semana (y no se sabe hasta cuándo), un severo racionamiento eléctrico –entre 12 y 18 horas al día– que se suma su inventario de calamidades.

La restricción se debe, de acuerdo con el sedicente soldado bolivariano Luis Motta Domínguez, no a la, por repetitiva increíble, irrupción en las plantas generadoras de un quiróptero gigante u otro fantástico espécimen del bestiario entrenado por la oposición para sabotear el suministro de energía, sino a la explosión de un gasoducto causada, claro está, por comandos a las órdenes de los adversarios políticos del régimen. Eso dijo el inefable militar del alicate y lo refrendó la vice de Maduro, Delcy Eloína.

Con tan descarada mentira pretende el ministro de Energía Eléctrica exculpar de responsabilidades a Corpoelec y, de paso, echarle el muerto a Pdvsa sobre una falla que, a pesar de la opacidad de ambas empresas, se intuye causada por falta de mantenimiento, no con fines ahorrativos sino a beneficio de corruptos enchufados.

¿Cómo se explica, si no, que a las instalaciones diseñadas para trabajar a gas y diésel se les haya eliminado la opción líquida? Los perjuicios acarreados por esa decisión, supuestamente con olor a guiso, son enormes y numerosos, y representan otra vejatoria vuelta de tuerca al malestar de los neoespartanos, ya seriamente golpeados por la agonía del puerto libre.

Ante esta nueva afrenta, la comunidad insular decidió “apagar la vela y encender la calle”. Literalmente. Así, el pasado viernes, ardieron cauchos y desechos en barrios y poblados, y para ayer lunes se programó una manifestación a las puertas de la sede regional de Corpoelec.

Por eso, Motta se dejó caer por la isla y se reunió con los “alcaldes bolivarianos”. Uno de ellos, muñeco de ventrílocuo del General Electric, declaró: “Con trancas no vamos a solucionar nada. Están llamando a una protesta contra Corpoelec, pero esta no tiene la culpa de la falla técnica, todo se debe a la interrupción del suministro de gas a las plantas”. ¿Pero, de quién fue la lucrativa idea de eliminar el diésel como alternativa para su funcionamiento? Dígalo ahí, Nicolás.


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