Que Venezuela esté a la cabeza de los países del continente americano donde la malaria crece a un ritmo extremadamente preocupante no debe extrañar a nadie y mucho menos a la Organización Mundial de la Salud. El retroceso de nuestro país, en cuanto a las condiciones del sistema de atención a la salud de los sectores más pobres, es otro de los grandes crímenes que se cometen al amparo de un régimen en el que priva el autoritarismo y la represión para ocultar cualquier denuncia popular en este sentido.

Pero al régimen le es imposible borrar las cifras negativas que internacionalmente se dan a conocer cada cierto tiempo. Lo cierto es que, con o sin médicos cubanos, todo está cambiando para mal. En una nota que publicamos hoy en este diario, Julio Castro, médico infectólogo, reveló que “no se han adoptado medidas suficientes para frenar la epidemia que aumentó en más de 20% en el país, según el Reporte Mundial de esta enfermedad, del año 2017”.

Julio Castro es un reconocido especialista que no se anda por las ramas a la hora de alertar sobre la catástrofe que padecemos por el manifiesto desinterés del régimen para atender debidamente las distintas y mortales epidemias que crecen a lo largo de nuestro territorio. Es tal la desidia de la camarilla civil y militar gobernante que desde distintas partes del mundo nos miran con asombro y desconcierto.

Y no es para menos por cuanto Venezuela fue un ejemplo impresionante para América Latina cuando de la mano del doctor Arnoldo Gabaldón y de un magnífico equipo de especialistas, empleados y obreros se estableció en la ciudad de Maracay, estado Aragua, y se puso al frente de Dirección Especial de Malariología. Con tesón y disciplina, a pesar de que los recursos no eran suficientes en esa Venezuela aún semirural y empobrecida, diseñó y llevó a cabo una de las campañas más exitosas contra la malaria. Introdujo el uso de un insecticida denominado DDT, de increíble eficacia para eliminar el vector que transmitía la enfermed

Que Venezuela esté a la cabeza de los países del continente americano donde la malaria crece a un ritmo extremadamente preocupante no debe extrañar a nadie y mucho menos a la Organización Mundial de la Salud. El retroceso de nuestro país, en cuanto a las condiciones del sistema de atención a la salud de los sectores más pobres, es otro de los grandes crímenes que se cometen al amparo de un régimen en el que priva el autoritarismo y la represión para ocultar cualquier denuncia popular en este sentido.

Pero al régimen le es imposible borrar las cifras negativas que internacionalmente se dan a conocer cada cierto tiempo. Lo cierto es que, con o sin médicos cubanos, todo está cambiando para mal. En una nota que publicamos hoy en este diario, Julio Castro, médico infectólogo, reveló que “no se han adoptado medidas suficientes para frenar la epidemia que aumentó en más de 20% en el país, según el Reporte Mundial de esta enfermedad, del año 2017”.

Julio Castro es un reconocido especialista que no se anda por las ramas a la hora de alertar sobre la catástrofe que padecemos por el manifiesto desinterés del régimen para atender debidamente las distintas y mortales epidemias que crecen a lo largo de nuestro territorio. Es tal la desidia de la camarilla civil y militar gobernante que desde distintas partes del mundo nos miran con asombro y desconcierto.

Y no es para menos por cuanto Venezuela fue un ejemplo impresionante para América Latina cuando de la mano del doctor Arnoldo Gabaldón y de un magnífico equipo de especialistas, empleados y obreros se estableció en la ciudad de Maracay, estado Aragua, y se puso al frente de Dirección Especial de Malariología. Con tesón y disciplina, a pesar de que los recursos no eran suficientes en esa Venezuela aún semirural y empobrecida, diseñó y llevó a cabo una de las campañas más exitosas contra la malaria. Introdujo el uso de un insecticida denominado DDT, de increíble eficacia para eliminar el vector que transmitía la enfermedad.

La fumigación que inició con este producto fue intensa y extensa, a través de la cual pudo derrotar la epidemia y liberar amplias zonas de nuestro territorio de este azote que sembraba la muerte por todos lados. Su éxito fue reconocido nacional e internacionalmente y sus métodos copiados en numerosos países del mundo.

Que hoy se compruebe que la malaria ha regresado a Venezuela y que crece libre y altaneramente es un hecho concreto que demuestra hasta qué punto ha descendido nuestra calidad y esperanza de vida desde que gobierna la camarilla civil y militar enriquecida groseramente y sin control alguno desde hace ya casi 20 años, un largo tiempo perdido para el presente y el futuro del país.

El doctor Julio Castro insistió en sus declaraciones a este diario que  “el gobierno debe entender que la magnitud del problema es importante”. Añadió con énfasis que 400.000  nuevos casos de malaria primaria “probablemente signifiquen 1 millón en total, en un año. En una población de apenas 30 millones eso significa una barbaridad”.

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La fumigación que inició con este producto fue intensa y extensa, a través de la cual pudo derrotar la epidemia y liberar amplias zonas de nuestro territorio de este azote que sembraba la muerte por todos lados. Su éxito fue reconocido nacional e internacionalmente y sus métodos copiados en numerosos países del mundo.

Que hoy se compruebe que la malaria ha regresado a Venezuela y que crece libre y altaneramente es un hecho concreto que demuestra hasta qué punto ha descendido nuestra calidad y esperanza de vida desde que gobierna la camarilla civil y militar enriquecida groseramente y sin control alguno desde hace ya casi 20 años, un largo tiempo perdido para el presente y el futuro del país.

El doctor Julio Castro insistió en sus declaraciones a este diario que  “el gobierno debe entender que la magnitud del problema es importante”. Añadió con énfasis que 400.000  nuevos casos de malaria primaria “probablemente signifiquen 1 millón en total, en un año. En una población de apenas 30 millones eso significa una barbaridad”.


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