Luis Carlos Díaz es el periodista recientemente preso por la dictadura. Su caso no es aislado. Es uno más de la lista de los perseguidos por el usurpador y por sus esbirros. Se agrega a la nómina de los profesionales hostilizados por hacer su trabajo con responsabilidad. Forma parte de un conjunto de exploradores de la verdad que le caen mal al régimen porque se dedicaron a este tipo de asuntos en lugar de ocuparse de actividades más inofensivas,de esas que no le quitan el sueño a los detentadores del poder porque les permiten dormir como bebés. 

Al hablar de Luis Carlos Díaz hablamos de los otros colegas perseguidos por el «delito» de cumplir una de las funciones fundamentales de las sociedades modernas: hacer interpretaciones plausibles de la realidad y comunicarlas a los interesados. En la medida en que la realidad se desmenuza mediante el examen de las partes que la integran, especialmente de las más dolorosas, se cumple con uno de los ejercicios primordiales para el desenvolvimiento de críticas responsables de la función pública. Salta a la vista que las miradas de este tipo son aborrecidas por los señorones de la cúpula, y perseguidas con saña para lograr su desaparición. 

Luis Carlos Díaz ha destacado entre los colegas que cumplen con su obligación. No solo por la calidad de sus contribuciones en la prensa escrita, sino también por su presencia en los medios radioeléctricos y por una consecuente defensa de los derechos humanos. Con su pluma, con su voz frente a un micrófono de gran audiencia y a través de su participación en asociaciones civiles sin fines de lucro, ha hecho de la custodia de las prerrogativas ciudadanas y del auxilio de los perseguidos políticos una misión en la cual ha destacado por su honradez y por su denuedo.

En su afán de descubrir injusticias y de dar con los responsables de ellas, Luis Carlos Díaz ha efectuado cuidadosos trabajos de investigación sobre la crisis del sistema eléctrico que hoy agobia a Venezuela. Se trata de análisis detallados, apoyados en pormenores concretos y valientes a la hora de señalar la identidad de los culpables de lo que puede considerarse como una catástrofe de grandes proporciones. Ha llegado a tal pericia en su indagación que asombran las evidencias ofrecidas habitualmente. De ellas se ha valido la dictadura para acusarlo de ser uno de los saboteadores del sistema de energía. Solo un individuo asociado a fuerzas tenebrosas puede manejar los datos que él maneja, arguyen sus perseguidores obviando el fundamental elemento de naturaleza profesional que movió la investigación. 

Pero también haciendo cosas deleznables, porque modificaron a propósito y a su antojo una de las intervenciones del periodista sobre el tema, con la intención de meterlo en una pandilla de saboteadores que, si juzgamos los hechos con sensatez solo existe en la mente de los voceros oficiales. Partiendo de una manipulación tan grosera, el capitán Diosdado Cabello lo señaló en su programa de televisión como cómplice de un grave delito contra el bien común, a lo cual siguió la prisión arbitraria de la cual es objeto. 

Luis Carlos Díaz en la cárcel es el periodismo aprisionado, es impedir la búsqueda de la verdad, es dejar a la sociedad sin voceros confiables, es una de las vías manejadas por el usurpador para continuar en el poder. De allí la solidaridad de El Nacional con su causa, que es la nuestra.


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