Cuando el ex jefe de la empresa Odebrecht en Venezuela, el brasileño Euzenando Prazeres de Azevedo, afirma que dio 50 millones de dólares a la campaña presidencial de Nicolás Maduro, cualquier venezolano (oficialista o de oposición) se queda con la boca abierta.

“Fui buscado por un representante del señor Maduro llamado Américo Mata. Él sabía de nuestro negocio y del tamaño de nuestras operaciones en Venezuela y un día me pidió una contribución para la campaña presidencial, una suma grande para la época. Yo acepté pagarle 50 millones de dólares”, aseguró Prazeres de Azevedo en un video que la fiscal de la República, Luisa Ortega Díaz, publicó a través de las redes sociales.

50 millones de dólares no son granos de arroz, y menos en estos tiempos de escasez y de hambre.

Es una puñalada en el estómago de todos nosotros, es una jugada vil propia de quienes aparecen en la televisión rozagantes y rollizos, como si la vida diaria no los afectara, como si ir al supermercado no fuera un sufrimiento, como si tomar el Metro fuera una felicidad, como si intentar comprar algo para comer en el trabajo no fuera un puñetazo en el bolsillo.

A estos militares y civiles que anunciaron una patria nueva se los tragó la administración pública, la posibilidad de la riqueza fácil, el afán incontrolable de volverse ricos y, desde luego, hacer de la revolución una manera de capitalizar sus propias ansias de ser alguien más que un prominente oficial de las fuerzas armadas.

Maduro y su combo saben que no cuentan con el pueblo que cada día los rechaza más, como lo confirman todas las encuestadoras de opinión y más en estos tiempos electorales. Por eso las rectoras del devaluado Consejo Nacional Electoral decidieron a horas de celebrarse los comicios regionales del próximo domingo, reubicar los centros de votación con la finalidad clara de desmovilizar y confundir a los electores de la oposición para que no vayan a sufragar y evitar que con su voto castiguen al gobierno de Maduro y a sus candidatos.

La Mesa de la Unidad Democrática, acostumbrada a las trampas de Tibisay, anunció que se encargará el domingo de garantizar el traslado al nuevo lugar asignado por el CNE, a aquellos ciudadanos a quienes antojosamente le cambiaron su centro de votación sin ninguna justificación.

El próximo domingo las elecciones serán una vía para demostrar el hartazgo de los venezolanos hacia un gobierno cada día más divorciado de las necesidades y angustias de la gente. El pueblo que hoy se pregunta dónde están los millones de dólares que ingresaron en el período de mayor bonanza petrolera del país castigará con su voto a los despilfarradores y traidores del país.


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