El terremoto ocurrido en México no solo nos deja un dolor y una inmensa preocupación por esa nación que ha sido azotada repetidas veces por este tipo de desastre. Cada vez nos duele más y más que ese país tan generoso con los venezolanos sea víctima no solo de una guerra imparable contra los carteles de la droga sino de, para mayor desgracia, de las fuerzas sorpresivas de la naturaleza.

Para los venezolanos, México adquiere una importancia fundamental que tiene no solo un origen histórico sino una orientación fundamentalmente política. Las grandes conquistas sociales de la Revolución mexicana impactaron de una manera crónica nuestra forma de entender cómo se podía restablecer la igualdad a partir de una sociedad que discriminaba de manera rotunda según sus particulares parcelas de actividad económica y de su herencia comunal. 

No pocos de nuestros científicos sociales acudieron a México para formarse en un pensamiento que torcía la historia de manera radical. Gracias a esos mexicanos y a sus centros de pensamientos se hizo posible una visión histórica que conmovió el enfoque indigno que por años descolocaba la verdad no solo de lo ocurrido sino de lo que estaba ocurriendo en nuestro continente. Tal vez sin los venezolanos que se formaron en México no estuviéramos dotados de una visión imprescindible para descifrar tantos acontecimientos que estaban en la oscuridad. La historiografía menuda que nos orientaba a la falsedad del análisis quedó al descubierto.

Hoy México renace entre las ruinas y los venezolanos no solo debemos sino que estamos obligados a ayudar a un país que ha sido sincero con Venezuela. Recordamos las tantas veces que el fundador de este periódico, El Nacional, tuvo acojo y hermandad allí, en esa tierra que lo acogió en el duro exilio que tuvo que padecer durante la dictadura militar del general Gómez y del general López Contreras, y por si fuera poco, del general Pérez Jiménez.

Desde luego esta historia debe tener dos enseñanzas: la primera es que los militares siempre han sido los perseguidores de los demócratas, sus torturadores y causantes de los exilios de los opositores. Es consustancial con su pensamiento y su forma de actuar. La otra es que siempre terminan siendo juzgados.

Los terremotos pueden advertirse, pero siempre sorprenden. Igual que los terremotos políticos que, gracias a Dios, siempre llegan sin avisar a pesar de los adelantos tecnológicos. Hace tres días la agencia AFP advertía que, por segunda vez en menos de dos semanas, “la tecnología le falló a los mexicanos que recibieron tarde o nunca un mensaje de alerta privado que debía avisarles sobre la inminencia de un sismo fuerte, como el que azotó la capital del país el martes”.

Agregaba que “antes del breve pero potente terremoto de 7,1 grados, que remeció a Ciudad de México y estados centrales del país, y mató a más de 200 personas, muchos capitalinos tampoco escucharon un sistema de alarma estatal que sonó cuando la tierra ya temblaba. El desconcierto cundió entre muchas personas que preguntaban ¿por qué no sonó?”.

Y en Venezuela con estos ineptos, con estos tontos que ni siquiera son capaces de abastecer de luz y agua  a la población?


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