“¡Aquí están los leales!”, exclamó Maduro a modo de bienvenida para que nos enterásemos de quedan al menos tres mandatarios de la región que comparten su ideario populista; ese que ha arruinado a una nación antaño próspera y tenida, en virtud de sus reservas petrolíferas, entre las potencialmente más ricas del planeta y, hogaño, condenada a carencias y penurias sin precedentes, no al menos en tiempos de paz. 

La frase con la que el sucedáneo de Chávez saludó a los asistentes al XV encuentro (dizque cumbre) de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba-TCP) fue, momentáneamente, música para los oídos de Evo Morales y Daniel Ortega, que creyeron que su par venezolano bromeaba con Raúl Castro, a quien apodan “el Chino”, y les decía ¡aquí están los reales!; pero, para infortunio de los tres alegres compadres, aquí se acabó lo que se daba y ahora, camaradas, poco o nada puedo ofrecerles, sino más bien pedirles que se monten y cabalguen conmigo en el caballo digital del petro, la criptomoneda sobre la que galopamos con brío a fin de retorcerle el pescuezo al dólar negro.

¡Petros a mí! han debido exclamar en seguidilla contrapunteada y en orden alfabético el boliviano, el cubano y el nicaragüense. Y, a partir de entonces, de economía, finanzas y comercio nunca más se habló.

—Este es un encuentro de carácter político– ha de haber precisado el anfitrión, antes de continuar colocando puntos sobre las íes.

—Su propósito es contrarrestar las sanciones y repulsas contra mi gobierno, que se multiplican a medida que avanzamos hacia las elecciones…

—No te preocupes, ya tenemos listo un pronunciamiento al respecto– interrumpió con ánimo tranquilizante quien oficiaba de voz autorizada y cantante en esta imaginada mas no imposible conversación (¿el senecto Castro que luce la banda presidencial venezolana en foto viralizada en las redes?)

En efecto, el club de mendicantes que nació, dólar mediante, de una convocatoria de Hugo Rafael a fin de, y con Fidel de coach, poner en marcha una OEA sin Estados Unidos, parió un solidario pronunciamiento con el fraudulento proceso que adelanta la dictadura vernácula, condenando de paso los “planes injerencistas” del Grupo de Lima.

Una vez firmado y leído, los gobernantes, cancilleres y enviados de la docena de países que nadan a contracorriente de la historia se sumaron al fúnebre bonche conmemorativo de los 5 años del adiós cardiopatriota de quien, para mal, hizo torcer a la zurda el destino de Venezuela.

Es inevitable preguntar cuánto fue el daño. Tanto el político como el económico. Del primero se intuye que no pasó de un saludo a la bandera sin eco ni resonancia alguna en la escena internacional. El segundo asciende a unos cuantos millones que han podido destinarse a una mejor causa.

Los gastos ocasionados por ese aquelarre subregional son cuantiosos, pero forman parte de esa inagotable partida que todo régimen con vocación de perpetuidad debe destinar a la propaganda. ¡Ahí, ahí, ahí sí que están los leales!, perdón, los reales.


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