Los venezolanos nos asombramos cada vez más de los tentáculos del gobierno cubano en nuestro país. Ya no sólo es ocupan de dirigir la política exterior, las líneas centrales de Pdvsa, la atención de salud, la construcción de viviendas, el entrenamiento de grupos irregulares (colectivos), el diseño del racionamiento de alimentos y medicinas y de dirigir la artera política de propaganda mediante la cual reducen a cada ciudadano demócrata nacido en este país en parte del enemigo que debe ser eliminado (exterminado sería mejor) para que todo siga como Fidel Castro y Chávez querían, en una suerte de hermandad artificial que ya está agonizando.

Y está agonizando porque el modelo cubano ya lo está, porque Fidel Castro no es objeto de adoración en cualquier sociedad que respete la libertad y la democracia, porque el Che Guevara ha dejado de ser un héroe y a la luz de las últimas revelaciones ha quedado como un psicópata, o mejor asesino en serie, que ni siquiera supo morir con valentía en su errática aventura en Bolivia y porque Cuba es una ruina material, moral y política, un cementerio de sueños y mentiras.

En Venezuela una suerte de analfabetas políticos, aventureros y ladrones de cuello rojo o verde oliva, según el caso, insisten en negar la existencia de una nueva Venezuela multipartidista, en la cual impere la tolerancia y el respeto al otro por encima de sus ideas contrarias o críticas, donde el equilibrio de los poderes públicos sea la normalidad institucional.

Como diría el finado Chávez, “esta plasta” que ha puesto el inepto de Maduro solo conduce a la demolición del proyecto que los bolivarianos presentaron en un momento como alternativa y que puede y debería ser reorientado por sus propios seguidores si se inclina con humildad ante la crítica interna, la reflexión teórica e ideológica y en la modernización del partido hacia el multiclasismo.

Resulta insólito que un partido como el PSUV asesine una Constitución que, por encima de múltiples diferencias, fue aprobada popularmente, lo cual hoy no sería posible porque las torpezas de Maduro y las tracalerías de Cabello han deteriorado la esencia anticorrupción que dominó el discurso de Chávez en sus comienzos. Hoy asistimos al entierro sin honores de la Constitución bolivariana y la cúpula civil y militar se siente complacida por este acto funerario vil y traidor.

La principal falla reside en los lazos de sus mandos con el mundo del crimen organizado, el tráfico de drogas y la corrupción imperante en el aparato del Estado. Eso está más que demostrado, en especial  porque la justicia no puede estar en manos de expresidiarios, de abogados involucrados en asesinatos que, por su propia naturaleza, son objetos del chantaje de sus jefes superiores, de gente proclive a formar bandas judiciales para utilizarlas en retaliaciones políticas y económicas.

Esto es lo que ha hundido al PSUV en un mar de complicidades de la cual les costará salir pero, si lo intentan, les espera un buen futuro. Sin embargo, en el camino deben abandonar la violencia y el encarcelamiento, la represión y la muerte de los opositores. Si algo está claro es que el chavismo decente y popular puede sobrevivir a la estafa política que ha significado la llegada a Miraflores de Maduro y su mafia. 

     


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