Parece un asunto de siglas, una insignificante reunión de signos, una sopa de letras que no ofende a nadie, pero se trata de una evidencia de los nexos de intimidad que mantiene y refuerza el gobierno usurpador con la guerrilla colombiana. Las cajas de alimentos que distribuye la dictadura entre los necesitados ahora aparecen distinguidas con emblemas y mensajes del movimiento irregular de la vecina república, en una demostración que no deja dudas sobre los vínculos  que los juntan en un solo cometido de naturaleza política.

La noticia ha sido divulgada por El Tiempo de Bogotá, que refuerza  el reportaje con imágenes de los envases que contienen los comestibles. Destaca la efigie de Chávez, lo cual viene al pelo para quienes busquen al causante de la tragedia nacional, de la carencia alimentaria, de la pobreza generalizada. Es un acto de justo reconocimiento el que aparezca el “comandante eterno” en el exterior de los envases como emblema de los desastres que promovió con su ineptitud y con la corruptela que propició. Allí está su cara, en la portada de las cajas CLAP, en la primera plana que leen los hambrientos y los desarrapados que se humillan ante la escasa provisión, en la fachada del saco que pretende paliar la miseria de los venezolanos.

Pero después están las consignas del ELN, cuyos miembros, como si cual cosa, los distribuyen en la zona fronteriza del Táchira. ¿De dónde sacan los paquetes que entregan después a los pobladores? No los roban, ni los obtienen a través de la violencia, porque el oficialismo no ha denunciado un delito de esa naturaleza. Los adquieren buenamente, después de las amigables reuniones de rigor de los administradores del sistema de ayudas. Es un trato entre compinches, un acuerdo sin trabas que permite apuntalar una conexión de cometidos políticos que profundiza su influencia en las regiones apartadas que, según suponen, están alejadas de la curiosidad pública.

En los actos de entrega de los CLAP, los guerrilleros del ELN aprovechan para hacer arengas en favor de su causa, pero también conferencias de adoctrinamiento en busca de seguidores. Manifiestan preferencia por los jóvenes y aun por niños de tierna edad, para meterles en la cabeza la basura “justiciera” a la cual acuden para justificar sus tropelías. De la limosna del CLAP pasan  a una pedagogía “revolucionaria” que cuenta con la connivencia de la usurpación venezolana.

Hay otros aspectos dignos de atención en la hermandad entre el usurpador y los guerrilleros colombianos, relacionados con las armas y municiones que manejan los bandoleros. Los pueden encontrar en las páginas de El Tiempo y en lo que ha publicado El Nacional partiendo de su elocuente reportaje, pero lo visto basta para que cunda la alarma sobre la reunión de dos malhechores, el madurismo y los irregulares, que descubre intimidades inconfesables.


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