La MUD ha sorprendido con una comitiva llena de ciudadanos inesperados, a quienes convoca para que la acompañen en el nuevo intento de diálogo con la dictadura, que se llevará a cabo otra vez en República Dominicana. El anuncio ha generado reacciones enfrentadas, de apoyo y  rechazo, sobre las cuales se comentará aquí de seguidas.

Se trata de respuestas que no provocan sorpresa, debido a que es habitual el hecho de que los acercamientos de figuras de la oposición con voceros del régimen hayan estado sometidos al escrutinio riguroso de la opinión pública, cuyos portavoces  lo bendicen o lo atacan según  el ánimo que entonces tengan sobre el acercamiento. Estamos ante un hecho usualmente sometido a una controversia cada vez más animada por los aprietos de la sociedad. Mientras crecen las urgencias, mientras aumenta la desesperanza de los venezolanos debido a la ineptitud y a los desaciertos del mal gobierno, se multiplican los dardos, aunque también algunos requiebros, cuando las figuras de la oposición se disponen a ver cómo remiendan los entuertos en mesas de trabajo con los responsables de la calamidad.

Ahora la delegación de la oposición que viaja al diálogo caribeño está formada por veinte personas. ¿Está bien que vayan? ¿No es demasiado faramalla, ante unos interlocutores negados al reconocimiento de la realidad y habituados a burlarse de los acuerdos? ¿Hay cama para tanta gente, hay espacio para tanta novedad surgida de unas conversaciones llevadas a cabo en la clausura de las oficinas de los partidos? Tememos que tales interrogantes tengan fundamento, pero también consideramos que, antes de responderlas en forma razonable, debemos esperar los resultados de la peregrinación.

La búsqueda de opiniones distintas a las que nos tiene acostumbrados la MUD es ahora evidente. Veinte cabezas piensan más que cuatro, especialmente si vienen de sectores diversos de la sociedad y representan intereses poco considerados hasta ahora. En consecuencia, la heterogeneidad de las opiniones en el seno de la delegación puede ser constructiva, puede sugerir salidas que hasta ahora no se han planteado y llevar a propuestas novedosas. También puede provocar confusión a la hora de calibrar la importancia de los asuntos y pérdidas de tiempo en discusiones interminables, pero, ¿no vale la pena aprovechar la riqueza de un filón de posiciones pocas veces explotado?

Según demuestra la experiencia de los últimos meses, haga lo que haga, la MUD está sujeta a reproches. Casi todos merecidos, por supuesto, la mayoría sustentados en las torpezas de la dirigencia, pero el peso específico de la mayoría de los acompañantes que ahora ha escogido y el manejo adecuado de la heterogeneidad de sus opiniones puede ser beneficioso. De allí que convenga la espera de los primeros  escarceos, la actuación de los numerosos debutantes, antes de condenarlos con términos lapidarios. El tiempo no está para nuevas lápidas.


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