Entre Teodoro Petkoff y El Nacional siempre hubo relación mediada por el amor y el odio. Pero mucho más lo primero que lo segundo porque los lazos de  amistad y respeto se mantuvieron incluso en aquellos momentos críticos en los que parecía que la ruptura era inevitable. Teodoro era frontal y exhibía una sinceridad durísima que derrotaba cualquier intento de sonrisa que calmara las aguas.

No es de extrañar que su vida política, incluso cuando fue ministro de Cordiplan, generara fanáticas amistades y rechazos a montón.  Quizás por ello fue capaz de acometer con tal fuerza y convicción una de las críticas más feroces y lúcidas que el estalinismo recibiera luego de la invasión a Checoslovaquia, una acción política y militar que, al poco tiempo, se volvió contra los que impulsaron lo que ellos creyeron era castigo y que resultó a la postre su propia condena a muerte.

Si bien mundialmente se alzaron muchas voces contra esa intervención militar del Pacto de Varsovia en la república socialista checoslovaca, hubo una que resaltó por encima de todas tanto por la lucidez del enfoque como por la carga crítica que llevaba en su seno contra los regímenes comunistas. Se trató de un libro escrito por Teodoro Petkoff, Checoslovaquia. El socialismo como problema.

Fue una reflexión correcta que apareció en el momento más oportuno posible. El debate sobre el envejecimiento del socialismo como proyecto social y económico estaba sobre la mesa, pero giraba cansadamente en torno a la forma de rejuvenecerlo y no sobre la necesidad imperiosa de descartarlo y proponer una alternativa radicalmente distinta en su proyección total. Tales intenciones también brotaron en Venezuela y de la discusión intensa se llegó a la división y el nacimiento del Movimiento al Socialismo (MAS).

Con ello el Partido Comunista de Venezuela (PCV) quedó reducido a una minoría de viejos militantes y algunos jóvenes, pero el nuevo partido MAS atrajo a muchos jóvenes militantes y simpatizantes que adoptaron la lucha pacífica y renunciaron a las armas. Una vuelta sorprendente en el camino si se toma en cuenta que Petkoff había sido no solo un luchador en la clandestinidad contra el régimen del general Marcos Pérez Jiménez, sino que luego de la caída de la dictadura se había convertido en un líder de proyección nacional.

Pero al poco tiempo, como hombre de acción, se sumó a la lucha armada que ensombreció la década de los años sesenta. Capturado y en prisión protagonizó dos intentos exitosos de fuga que aumentaron su leyenda. Ya en libertad dedicó sus preocupaciones al periodismo, una actividad que siempre le había subyugado, pero esta vez fue a lo grande y llegó a ser director del vespertino El Mundo.

Poco después, por presiones del oficialismo, dejó el cargo y fundó el diario Tal Cual que marcó una época por su estilo desenfadado y crítico. En el año 2015 le fue conferido en España el premio de periodismo Ortega y Gasset que no pudo recoger personalmente debido a que una acusación del líder del oficialismo Diosdado Cabello le impedía injustamente viajar al exterior.

Hostigado y atacado con vileza por el chavismo, Teodoro Petkoff se retiró progresivamente de las actividades públicas y se recluyó en su hogar. Allí lo abrazó la muerte.


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