Como las protestas han llegado al oeste de Caracas, se puede hablar de una repulsa generalizada frente a la dictadura. Ya no se trata de reacciones confinadas desde el punto de vista geográfico, de actitudes delimitadas por la ubicación del domicilio de cada cual, sino de movimientos capaces no solo de cubrir todos los lugares de la capital, sino también del resto del país. La dictadura de Maduro ha provocado una nausea generalizada, un aborrecimiento sin barreras ni fronteras.

En lo relativo a la ciudad principal el hecho significa una derrota contundente del régimen, debido a que el alcalde Jorge Rodríguez se había puesto el reto de convertir el centro caraqueño en una especie de fortaleza inexpugnable en cuyo interior se impediría por la fuerza la presencia beligerante de las masas opositoras. No hubo necesidad de que la MUD preparara y entrenara fuerzas “invasoras”, pues las parroquias del centro han alimentado a las muchedumbres que ahora se burlan de las pretensiones de un alcalde divorciado de la realidad.

Las muchedumbres brotan de los cuatro puntos cardinales de la capital, o quizá también de los cinco que existen, según las cuentas del ignorante que vive por ahora  en Miraflores y que ya no duerme como un bebé porque turban su sueño las bullas y las amenazas del vecindario. Pasa lo mismo con los magistrados que dictan sentencias desde sus despachos de la avenida Baralt, ahora perturbados por la repulsa de la gente sencilla que desaprueba sus sentencias parciales y amañadas. En los alrededores de cuarteles ubicados en la jurisdicción del inefable alcalde se advierte una situación idéntica, por cierto.

Ahora no solo se quiere verificar la expansión de la condena de la dictadura, sino especialmente llamar la atención sobre los motivos que se han señalado sobre tal expansión. Se ha afirmado que en las urbanizaciones del este caraqueño se marcha por la libertad, mientras en las del oeste se manifiesta por la falta de comida,  o  por necesidades de orden material que son determinantes en las barriadas populares.

Sobre el particular se puede decir que las clases medias empobrecidas pasan por las mismas limitaciones y por carestías comparables; que no hay martillos diferentes para golpear la cabeza y el estómago de las clases menos pobres y de las más pobres; que todos pasamos por las mismas horcas de estrechez y burla; que a todos se nos vulneran los derechos humanos, sin que la dictadura verifique antes el monto de la riqueza de los agredidos y de los asesinados por la GNB.

Pero tal deslinde es peligroso, porque parece empeñado en distinguir los valores que se convierten en resortes fundamentales para la acción de la ciudadanía. Cuando se señala que unos reaccionan por hambre y otros por la falta de libertad, se cae en una clasificación injusta de las personas que luchan contra la dictadura, en una valoración que es despectiva para los que se juegan el pellejo en los barrios más humildes y populares.

La causa contra Maduro es una y única. La pugna por la libertad se da con igual énfasis en el este y en el oeste de la ciudad. Las limitaciones del estómago son comunes, pero también la búsqueda de la dignidad y de la felicidad de todos los individuos.


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