Amnistía Internacional, en su sección venezolana, lanzó un llamado trascendental para quienes sufrimos día a día la violencia desatada en los campos y las ciudades del país. Ya se cumplen dos décadas desgraciadas de asesinatos, asaltos, secuestros y matanzas como nunca antes.

Un espiral de violencia sin fin que se fue desarrollando desde que un grupo de aventureros decidió desconocer los caminos de la democracia e imponer su despectivo sentido de la vida. Aquellos muertos caídos por las balas de unos militares que nunca debieron disparar contra otros venezolanos abrieron las puertas a la tragedia que hoy sufrimos, esta epidemia de asesinatos y crímenes que nada ni nadie logra detener.

Al contrario, quienes llegaron proclamándose libertadores (¿de qué?) prontamente cambiaron de rumbo y sometieron a Venezuela a la voluntad de uno de los más grandes sátrapas que ha conocido América Latina. Que tal hecho haya ocurrido en medio de una tramoya de mentiras y anuncios revolucionarios nos dice muy claramente que la fruta que nos ofrecían ya portaba en su seno los síntomas inevitables de su podredumbre.

En el país la violencia descansó muy poco a lo largo del siglo XX, la muerte siempre estuvo unida a las ambiciones políticas y a la represión que es consustancial a su propia sobrevivencia. El golpe militar de 1945, el de 1948 y finalmente el ocurrido en 1958 fueron balaceras interminables justificadas por los “buenos propósitos”, pero que jamás trajeron la paz. Al contrario, sustrajeron del campo la violencia de las montoneras y las sembraron en las ciudades.

La memoria y el tiempo parecen desvanecerlo todo, menos los muertos, los heridos, los torturados y los desaparecidos. Y el luto, el odio y la revancha siguen de guardia porque exigen castigos casi imposibles. No existe nada que calme esa desesperación que hace arder la injusticia. Y ese rencor hoy está más presente que nunca.

Los pésimos militares que fueron derrotados de manera aplastante en dos oportunidades por las fuerzas armadas democráticas, ahora ejercen el poder sin mayor éxito que no sea el beneficio personal y la riqueza familiar.

Mientras tanto hacen lugar para que el narcotráfico, la explotación minera, la corrupción petrolera y los negocios en el mercado de divisas sigan en el negocio de las balas, en la batalla de las pistolas y ametralladoras, en el crecimiento de legiones de guardaespaldas y policías con revólveres a la orden, con pandillas en los barrios, con cárceles manejadas como industrias del delito y tribunales mercenarios a la orden del poder.

En medio de este naufragio ético y moral, las ONG hacen lo imposible por sobrevivir y actuar en medio de la inmensa contaminación del hampa. Son diminutos combatientes que, como ocurre en la película de culto Blade Runner, convierten a los menores en mayoría en la batalla contra un enemigo que se replica copiando la vida pero representando la muerte.        

El próximo lunes, Amnistía Internacional Venezuela convoca a los ciudadanos a movilizarse contra la violencia armada. El 2 de octubre, Día Internacional de la No Violencia, es reconocido por la ONU. Si queremos ser ciudadanos la mejor oportunidad es rechazar la violencia. Ya. 


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