En Venezuela, la tradición pascual se simboliza en la quema de Judas. Tradición ancestral, tiene como objeto la execración del hombre oscuro que traicionó a Jesús para entregarlo a las autoridades del sanedrín. Pero, para no dejar las cosas en una condena metafísica, para no dejar los hechos en el terreno de los evangelios, aquí se cobra también venganza de los martirizadores de la sociedad. De allí que la ceremonia se vuelva terrenal y actual en nuestros lares.

Las referencias sobre el inicio del incendio de un muñeco que deja de representar a Judas para reprochar la conducta de autoridades o de ciudadanos con influencias que le juegan malas pasadas a la colectividad se remonta a tiempos coloniales. Desde entonces, la figura del traidor del Nuevo Testamento ha sido reemplazada por la imagen de las personas que, según el juicio de los vecinos, merecen el escarnio de la vindicta pública: un vecino de malas pulgas, un perfecto injusto, políticos elevados y distantes que se caracterizan por el mal gobierno, por ejemplo.

Lo interesante del acto es que proviene del juicio popular. Antes del incendio de la figura, los vecinos de cada contorno se ponen de acuerdo sobre quién se sentará en el centro de la candela. No hace falta una asamblea, ni una votación en toda la regla, sino solamente recoger la impresión dominante en el contorno sobre el individuo que será objeto de la vindicta colectiva. En ocasiones son varias las imágenes echadas al fuego, pero también suceden unas elocuentes unanimidades: nadie duda de la identidad del que llenará el jolgorio pascual ardiendo en el infierno comunitario.

Por consiguiente, en esta ocasión el turno fue de Nicolás Maduro. En  los barrios abandonados por la dictadura y en  las vecindades sufridas no hubo dudas en la escogencia. Todos quisieron que el usurpador se consumiera en la combustión de la ciudadanía. Todos se animaron a ponerlo en la hoguera y disfrutaron la condena aparentemente inocua. Pero no estuvo solo en esa quinta paila del Domingo de Resurrección: lo acompañaron sus oscuros apóstoles, las figuras sombrías del régimen que también se han ganado la repulsa de los venezolanos. Un oscuro cortejo de chavistas hizo las alegrías del pueblo, mientras otras candelas más duras y significativas las sustituyan cuando  llegue la hora.

Estas quemas son tan importantes que la dictadura no solo persiguió a los organizadores en los barrios más animados con la pira, sino que también quiso hacer hogueras para quemar a Trump. Vano intento, porque en el infierno venezolano tienen preferencia el usurpador y sus secuaces. El imperialismo no cabe ahora en sus pailas.


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