Cuarenta millones de bolívares, ¡cuarenta! Sí, Cuarenta millones de bolívares prefortificados es lo que cuesta un huevo, ¡uno! Saque usted la cuenta, amigo lector, de cuánto se ha desvalorizado la moneda nacional y vea cómo se ha envilecido su nombre.

Tan patriotas que son los rojos rojitos y no les da un ápice de grima seguir llamando bolívar a un signo monetario que ya no vale ni la centésima parte de una chapita de refresco. Reducido a la nada, a pesar de la cerofagia de Chávez y Maduro que, comiendo ceros, creía el primero y porfía el segundo, se puede combatir la inflación, se ha derrumbado en proporción inversa a la hiperinflacionaria vorágine que vacía nuestros bolsillos.

Las autoridades quizá nos juzguen falsarios y afirmen que es mentira y que el bolívar sigue siendo una moneda ¡fuerte!, porque así lo dispuso el comandante, como se sabe, una auténtica lumbrera en cuestiones monetarias, y que un huevo vale apenas 40.000 simones, precio tan absolutamente escandaloso como la millonaria cifra señalada.

Y a lo mejor, para que no desesperemos, nos consolarán con un trampantojo verbal, afirmando que, con la nueva reconversión y su consecuente y flamante cono monetario, el valor de una postura “bajará o se reducirá” a 40 soberanos, que así se apellidarán en lo adelante los desforzados bolívares. Y hay que verle la cara a lo que es un huevo por 40 soberanos, sobre todo teniendo en cuenta que es, junto con las sardinas, la fuente de proteínas menos costosa de la cesta alimentaria, lo cual no quiere decir que esté al alcance de las mayorías.

Mientras los ciudadanos se resignan a ver cómo el dinero que guarda acorraladito en el banco reduce su valor a la mitad respecto al efectivo, la promesa de una regularización del circulante que corrija tamaña anomalía es cuestionada por los empleados del Banco Central de Venezuela, entidad de la que supuestamente depende la política monetaria y único órgano legalmente facultado para la emisión de billetes y monedas.

En un comunicado emitido el pasado lunes 23 de abril, los trabajadores adscritos a las distintas vicepresidencias del ente emisor alertan sobre la estampida laboral que afecta a la institución y denuncian “el clima hostil de trabajo debido a que Ramón Lobo ha transformado al BCV en una filial del PSUV, lo que se traduce en persecuciones a los empleados que se sospecha no comulgan con la ideología comunista”.

Esta enrarecida atmósfera no es nueva ni extraña en la administración pública, coto clientelar de los pesuvecos; lo que sí parece, si no novedad, locura es insistir en la reconversión, pues, señala el comunicado, “recoger más de 15.000 millones de piezas monetarias y al mismo tiempo poner en circulación al 4 de junio al menos 5.000 millones de nuevas piezas es imposible. Por tanto, alertamos al país que el gobierno puede tener en mente crear un caos monetario después de las elecciones para inculpar de ello a la banca y de esta manera proceder a la estatización de algunos bancos”. Esperando que las cosas cambien, ojalá que el huevo se pare… como lo logró Colón.


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