Temprano en la tarde de ayer, un despacho de la agencia internacional de noticias Efe sorprende a las redacciones de los periódicos venezolanos (los poquísimos que quedan con vida) al revelar que los delitos en este país han disminuido 28,2%.

El corazón nos salta de gozo, pero de inmediato nos preguntamos si no habrá en ello un equívoco, una mala interpretación de los datos, un descuido de quienes han seleccionado y clasificado esas cifras tan halagüeñas. Pero al detectar la fuente de la información nos vuelve la tranquilidad porque el vocero es nada menos que el mismísimo ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, el mayor general Néstor Reverol, un militar con una cara de seriedad que atemoriza hasta el bandido más audaz y atrevido de América Latina.

Para el general Reverol las cuentas están claras, o mejor dicho, clarísimas debido a “las políticas de seguridad implementadas por el gobierno del presidente Nicolás Maduro” que han hecho retroceder, al menos, en 41% el número de secuestros que se cometen en las calles de Venezuela. Su boca sea la medida, mi general. En estos casos no resulta prudente llevarle la contraria a usted.

Pero lo cierto es que esa reducción en el número de secuestros que usted tiene a  bien anunciar con satisfacción y alegría no parece muy real para amplios sectores de la población venezolana. Cada día que amanece recibimos la noticia de un amigo muy apreciado, o de un familiar cercano, o de un comerciante exitoso que es víctima del hampa.

Y en la mayoría de los casos, mi apreciado y respetado general, no se trata de un vulgar asalto callejero o de un atraco a un comercio, sino de audaces secuestros que mantienen en vilo a las familias que, además, permanecen días y noches al lado del teléfono esperando una llamada que les permita saber a ciencia cierta si su familiar sigue con vida.

Los secuestros, estimado ministro del Interior, Justicia y Paz, no han cesado de crecer, de multiplicarse semana tras semana, de llegar a ser una de las amenazas que nos obligan a retornar a casa bien temprano. Circular por las calles de Caracas de noche es un reto para quienes se atreven a ello poniendo en riesgo sus vidas. No se trata de una exageración sino de un cambio radical en el modo de vivir en la capital.

Ir al supermercado en las noches implica un riesgo porque ya las patrullas policiales no se estacionan en los alrededores ni hacen sus rondas habituales. Además, los comercios en general cierran sus puertas cada vez más temprano y lo hacen no por falta de clientes (que también eso ocurre) sino porque saben que deben proteger sus vidas de los asaltos y los secuestros. Es costumbre de los secuestradores esperar a que el dueño esté cerrando su comercio para asaltarlo y secuestrarlo.

No son cuentos ni chismes sino la realidad que vivimos cada vez que hablamos con nuestros vecinos, amigos y familiares. Ocurre cada día, general Reverol, quizás usted que recorre las calles bien protegido por sus escoltas no se percata de esta diaria tragedia.

Nada más lejos de nosotros, los caraqueños, que querer perturbar la tranquilidad de sus sueños; pero sus planes de seguridad necesitan, de inmediato, ser mejorados a fondo, pues a pesar de las cifras tan auspiciosas que usted nos muestra no podemos sentirnos agradecidos por su labor. 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!