El liderazgo de Guaidó se ha convertido en el eje indiscutible de las fuerzas democráticas, en una guía que cada vez genera mayores entusiasmos y confianzas, pero requiere del soporte permanente del pueblo venezolano. Es un fenómeno como pocas veces se produce en sociedades atormentadas por la dureza de las circunstancias, pero solo o con pocos apoyos se verá limitado en sus proyectos.

Hasta ahora ha medido con talento sus pasos y nos ha dirigido con una lucidez que no admite discusión. Acompañado por una dirigencia asertiva y valiente, estamos ante la presencia de un equipo de vanguardia que pocas veces se da en situaciones delicadas como las que experimenta Venezuela. Es evidente la existencia de una conexión entre el líder y el pueblo, destinada a lograr la meta de la libertad más temprano que tarde.

Pero conviene llamar la atención sobre la conducta del pueblo que ha aceptado esa dirección. Sometido a penalidades sin cuento, que debe atender todos los días ante el riesgo inminente de perder las conquistas habituales de la cotidianidad, como la alimentación y la salud, ha encontrado espacio amplio para la atención de los negocios públicos, para echarse a la calle a reclamar sus derechos con un civismo digno de especial encomio. En calamidades como las que padece Venezuela es usual que las personas se dediquen a mirar por su destino, a salvar lo que tiene en las cercanías sin mirar más allá de sus narices, pero entre nosotros se ha dado el predicamento excepcional de combinar lo privado con lo público, lo personal con lo colectivo, para mostrar una fuerza generalizada a través de la cual puede encontrar fin el capítulo oscuro de la usurpación.

El aumento de las penurias puede hacer que estas edificantes conductas cambien de rumbo, que se hagan más particulares y menos generales, que un sálvese quien pueda provocado por la ineficacia y la dureza de la dictadura predomine frente a los requerimientos del bien común. De allí la necesidad de continuar pendientes de las propuestas que nos hace Guaidó para la continuación de la lucha. Como ha demostrado seriedad y profundidad en las acciones que ha planificado, sabemos que proseguirá en la misma orientación que necesita de todo el apoyo popular requerido en horas cruciales.

El líder nos convoca para el Primero de Mayo en todo el país, y para otras acciones de repercusión que forman parte de una arremetida esencial contra la usurpación, que pueden acercarnos por fin a la meta de la libertad y la democracia. Ha estudiado junto con su equipo la situación y prepara movimientos contundentes. El brillante cálculo que ha hecho hasta la fecha de los pasos de la oposición lo lleva ahora a lo que se presenta como una etapa decisiva, para cuyo éxito hace falta mayor compenetración entre la vanguardia y la ciudadanía. Como el usurpador no permanecerá de brazos cruzados, debemos tener presente que no empezará una nueva y prometedora historia sin el compromiso del pueblo. Hacia mayo con Guaidó, por lo tanto.


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