La Fiscalía General, ante la manera criminal en que los cuerpos de seguridad y la Guardia Bolivariana que llevan su acción represiva, actuó para solicitar una “acción de protección” para que estas bestias incontroladas encargadas de dispersar las manifestaciones “no utilicen gases lacrimógenos u otros agentes químicos de disuasión” en las cercanías de los centros educativos y de salud.

Esta acción impulsada por la Fiscalía merece todo el respaldo de la sociedad porque sólo una camarilla de enloquecidos militares y civiles por seguir en el poder son capaces de dar órdenes tan pervertidas.

Según un despacho de la agencia AFP, el Ministerio Público solicitó “una acción de protección para imponer a los órganos de seguridad del Estado que cumplen funciones de orden público la obligación de no utilizar gases lacrimógenos… en las inmediaciones de los centros educativos y de salud”.

Se necesita tener una mente extremadamente criminal para usar este tipo de dispositivos tan peligrosos por su toxicidad en lugares que son sagrados para los civiles, como lo son las escuelas y los hospitales donde pernoctan ciudadanos que están gravemente enfermos o tratan de reponerse de una dolencia sin tener los medicamentos que un inepto presidente se niega a permitir que lleguen a Venezuela. Es desde todo punto de vista una enloquecida estrategia criminal propia de los nazis y de los bárbaros estalinistas rusos.  

Informan las agencias internacionales que “la acción judicial fue interpuesta por el fiscal 100º del Área Metropolitana de Caracas, Juan Vicente Gómez, con competencia en protección de niños, niñas y adolescentes”. A nadie puede sorprender este gesto legal y humanitario dirigido a una población que está siendo maltratada por las milicias maduristas.

El alcalde de Chacao, Ramón Muchacho, afirmó que al menos “diez niños fueron afectados por los gases lacrimógenos en una actuación de la Policía Nacional Bolivariana contra una protesta”. El 1° de junio, el cobarde y cínico defensor del pueblo, Tarek William Saab, exhortó a los cuerpos de seguridad a “usar las bombas lacrimógenas pero en forma estrictamente localizada”. Y le han hecho caso: las bombas van directo al tórax de los jóvenes que protestan y así los matan.

Seguramente, el defensor del pueblo no ha visto una secuencia que muestra al cirujano oncólogo Vladimir Galavis cuando se acerca indefenso al que comanda el grupo de guardias nacionales que reprimen a los médicos que manifestaban su descontento contra el gobierno indolente. El oncólogo quería darle un abrazo, y le dijo: “Somos hermanos”. Cuenta el propio Galavis que el guardia le respondió: “Usted es el enemigo”. Esas palabras tienen la impronta del rollizo general Reverol, cabeza de la represión contra el pueblo.

Es obvio que a los militares que envían a reprimir no les dan otro mensaje, deben machacárselo las 24 horas: es entrenamiento de guerra. Pero esta respuesta sirve además como metáfora. Ese médico puede ser el tratante de su hermano, de su padre, de su madre, en algún momento puede tener en sus manos la vida de alguien cercano y por juramento hipocrático, hará lo imposible por salvarlo de la muerte.


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