Sin lugar a dudas, la fuga del alcalde metropolitano, Antonio Ledezma, traerá a los venezolanos muchos recuerdos, algunos gratos y otros en extremo desagradables. Su triunfo electoral fue una humillación para el gobierno bolivariano que, mordiéndose las uñas, se vio obligado a aceptar una derrota de tanta trascendencia que dejaba al descubierto el deterioro del liderazgo chavista en la capital de Venezuela.

Fue un primer toque de alarma para la camarilla civil y militar que buscaba fortalecer su imagen “democrática” mediante ráfagas sucesivas de elecciones dirigidas a escoger alcaldes, gobernadores y diputados. La sorpresa caraqueña les obligó a replantearse su estrategia electoral pero sin colocar en entredicho el papel del voto, que era el eje central de su acción propagandística nacional e internacional.

Cuando alguien preguntaba sobre las cada vez más evidentes muestras de militarismo y de comportamiento dictatorial por parte del gobierno, entonces surgía una respuesta inmediata: fuimos escogidos mediante el voto popular en libérrimos comicios. Pero luego de dos victorias al hilo del chavismo en Caracas la suerte les volvió la espalda. Fueron derrotados por un ex líder de Acción Democrática que siempre estuvo vinculado con Carlos Andrés Perez, a quien Chávez odiaba al punto de encabezar un sangriento golpe de Estado que, por fortuna, fue repelido.

Sin embargo, el hecho de perder las elecciones en la capital fue una ofensa al ego del comandante eterno, y tan grande fue la afrenta que de inmediato impartió instrucciones para que antes de entregar la sede de la Alcaldía Metropolitana se le despojara al alcalde recién electo de todos los bienes y servicios, se le recortara el presupuesto en más de la mitad y, por si fuera poco, se nombrara a dedo a una tutora que, a la vez, “construyera” una suerte de alcaldía paralela.

Al aproximarse las nuevas elecciones de alcaldes, y viendo que Ledezma crecía en las encuestas y repetiría en el cargo, el gobierno chavista decidió cortar por lo sano y acusó a Ledezma de conspirador pero sin aportar ningún tipo de pruebas. De esa manera anuló su nueva candidatura y lo metió en prisión y los despojó arteramente de sus derechos políticos.

No se crea que esta jugarreta fue apenas un hecho aislado. La misma medicina se le aplicó a María Corina Machado (la diputada con más votos) y, desde luego, contra Leopoldo López, el joven líder más carismático del país.

No es de extrañar que ahora igual medida se haya dictado contra Henrique Capriles y Freddy Guevara, dos opositores con elevado arrastre popular. La fórmula es eliminar a los candidatos que cuentan con mayores posibilidades de triunfo mediante estas falsas acusaciones y juicios dirigidos desde la cúpula del oficialismo.

La fuga de Antonio Ledezma ya está siendo el blanco de una campaña de desprestigio por parte de la maquinaria de propaganda cubana en Venezuela, haciendo énfasis en que fue una fuga “permitida”. ¿Acaso olvidan que pasar a Colombia, Brasil, Trinidad o Curazao ha sido siempre una ruta de escape para los políticos perseguidos por las dictaduras? ¿Incluso los médicos de Barrio Adentro no se fugaban por decenas hacia Bogotá como primera escala en su ruta hacia Estados Unidos?


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