¿Dueño y señor?

Después de los resultados ofrecidos por el CNE sobre la elección de los gobernadores, Maduro se presenta como dueño y señor de los venezolanos. Siente que ha recibido un espaldarazo, o así lo quiere comunicar. Llama la atención sobre el respaldo de los candidatos del PSUV, que le permite proclamar una victoria debido a la cual se considera bendito por el favor popular. Puede ser una confianza excesiva, sin embargo.

Todos sabemos cómo salieron triunfantes los candidatos del régimen. Un proceso amañado los ha conducido al control de la mayoría de las entidades federales. Las ventajas escandalosas  que permite el ejercicio desembozado del poder  desembocaron en  maniobras descaradas para favorecer a los nominados de la dictadura. La oposición quedó pésimamente parada, desde luego, pero como consecuencia de los delitos cometidos por el CNE y por la violencia de los activistas pagados por el régimen. Todo lo conduce a pensar que lo puede todo, y que aumentará las presiones para una hegemonía total sobre la sociedad.

Pero debe tener cuidado. Tiene la sartén por el mango debido al truco y al delito. Es una especie de monarca plebeyo porque se valió de ventajas inadmisibles en un país democrático para asentar un trono que solo en apariencia se ve fuerte. En la atmósfera no le sopló el buen viento que se necesita para una navegación honrada, sino las ráfagas empujadas por el trabajo de sus siervas de la oficina electoral. Su cetro es una vara de cartón piedra y su palacio un castillo de naipes.

La inflación sube hasta escalas inimaginables. Los sueldos dan risa, o más bien dolor, cuando se acaban en la aventura de los primeros cinco minutos de mercado. La atención de la salud es cosa del pasado, si recordamos la carencia de medicamentos y el estado cada vez más ruinoso de los servicios hospitalarios a los cuales nos enfrentamos todos los días. Una calma chicha domina el paisaje, porque el golpe de la mentira ha sido muy fuerte y todavía no se han despertado las frustraciones que debemos a la monarquía socialista que ahora bate palmas desde las alturas.

No hubo alegría por el triunfo de la burocracia roja rojita, sino silencio e indiferencia. ¿No lo advirtió Maduro? No, por supuesto. Así como nos trata de engañar con la proclamación de un triunfo electoral sin sustento en la realidad, también se suministra la cucharada de patrañas que necesita para levantarse el ánimo. O miente, como siempre, para no perder el hábito. Que vuelva a cambiar la realidad con sus palabras no es cosa extraña, pero más peligrosa que antes por la dificultad que implica mentir en la orilla de un precipicio inevitable que no guarda relación con los bombos y los platillos de la alegría sin eco divulgada en cadena nacional.

La fragilidad de Maduro es ahora más evidente, porque tienen como soporte un fraude electoral y el crecimiento masivo del descontento popular. Su poder es, por lo tanto, débil y hueco, aunque parezca lo contrario gracias a las trapacerías del CNE. La persistencia de ese discurso, y el crecimiento del descontento popular, demostrarán dentro de poco que ni siquiera es dueño de su destino personal.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!