Para Hugo Chávez, Cuba estaba enclavada en el “mar de la felicidad”, y no dudó en comunicar claramente su objetivo de convertir a Venezuela en algo parecido: un paraíso caribeño como el cubano. Esa era su meta, y con mucho dolor hay que decir que lo consiguió.

Los ejemplos sobran. Y hay evidencias que indican que los pupilos (Chávez y ahora Maduro) superaron con creces al maestro barbudo. Es mayor la miseria, más la tristeza, inmensa la maldad.

El régimen cubano se anotó algunos puntos a favor con un supuesto sistema de atención primario de salud que mantenía a la población en forma, sin hablar de la dieta hipocalórica obligada. Hicieron propaganda hasta el infinito de un sistema educativo que sirvió para que Fidel se jactara de las jineteras más educadas del planeta.

Venezuela importó “médicos” cubanos y destruyó el sistema de salud, y ahora los venezolanos mueren de mengua; acabó con las universidades y las escuelas que están aún en pie no sirven para dar clases porque no tienen ni agua ni luz. Gran victoria de la revolución bolivariana. Fidel estaría orgulloso.

Pero lo que faltaba eran los cuentos de las huidas trágicas. Aquel “mar de la felicidad” que se extiende desde el malecón se ha tragado muchas vidas de cubanos que trataron en vano de salir de la prisión del comunismo caribeño. Quedaron muchos hijos sin padre, muchas madres sin hijo. Y el propio régimen más de una vez se encargó de hundir las precarias embarcaciones que hacían los desesperados para tratar de llegar a las costas estadounidenses.

Ahora nos tocó repetir esa historia. Porque los que ven desde tierra firme las costas de Trinidad y Tobago deben tener en su corazón el mismo dolor y la misma urgencia de tratar de salvarse, de tratar de buscar un suelo donde posar sus esperanzas. Eso fue lo que llevó a los 34 venezolanos a zarpar el martes en la noche desde una playa del estado Sucre.

La maldad rojita tiene largos tentáculos, y más si los pobres venezolanos se adentran en el mar. Cerca de la Isla de Patos, el fuerte oleaje volteó la embarcación. Como consecuencia, ahora tenemos otra tragedia que contar y el régimen tiene más culpas que pagar.

Cada vez que un venezolano pierde la vida, el régimen chavista engorda, eso lo aprendieron de los cubanos. Porque se alimenta de maldad, como los monstruos de los cuentos. Pero ténganlo por seguro, que por cada golpe que recibamos, la historia se encargará de pasar factura. Y no importa lo larga que sea la cuenta. Pagarán al contado y con intereses.  

La tragedia de los balseros venezolanos nos acerca más a Cuba. Somos pueblos hermanos víctimas de regímenes que se mantienen haciendo sufrir a los ciudadanos. Pero la libertad está cerca. No hay que perder la esperanza. 


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