¿Qué puede hacer la AN, aparte de lo que está haciendo, para que la democracia y el Estado de Derecho vuelvan a reinar en Venezuela? Si nos guiamos por la conducta de buena parte de los diputados de la oposición, tomaron una decisión adecuada a las circunstancias. Se echaron a la calle, junto con el pueblo soberano, para luchar por la salida del dictador. A la vez, permanecieron en el trabajo parlamentario, sin descuidar la actividad propia de los legisladores.

No ha habido concentración popular sin la vanguardia de los diputados. No ha habido evento importante en los últimos meses sin la orientación del Poder Legislativo. Después del prólogo sucedido a partir del triunfo electoral de la oposición, fundamental pero todavía rudimentario, la AN ha entrado en una etapa signada por la profundidad de las reflexiones y por la búsqueda de un camino seguro para el retorno de las libertades públicas.

La actitud adoptada por la institución para detener el proyecto constituyente de la dictadura, que es un designio contra natura republicana, significa o puede significar un cambio de estrategia orientado hacia metas de mayor calado. Estamos frente a un proyecto en pañales, apenas ante el  esbozo de una manera más efectiva de detener el engendro constituyente del oficialismo, pero abre la puerta de a varias ventajas que se pueden concretar en breve.

Puede canalizar la violencia, en primer lugar, debido a que sugiere una ruta más coherente y menos áspera para lograr el mismo propósito que se busca en las calles. Puede involucrar a mayores sectores de la sociedad, en segundo lugar, a aquellos que miran las salidas drásticas con desconfianza y prefieren el sosiego de la reflexión, más lento paro tal vez más cercano a los desenlaces concretos. Además, puede llamar la atención sobre la esterilidad de los manejos anárquicos que ya forman parte del paisaje y que pueden provocar salidas costosas en vidas humanas y en pérdidas materiales.

La idea de la AN de promover una consulta popular en torno a la constituyente madurista se encuentra en la médula del lapso de profundidad sugerido arriba. No solo puede convertir en realidad una reacción indiscutible frente a la dictadura, lo más enfático sobre lo cual se pueda pensar en la actualidad porque no solo significa  que la representación de la soberanía popular ocupe a plenitud la dirección del conflicto, sino también que provoque un desconocimiento todavía más generalizado de la dictadura a través del cual se puede llega a la aplicación del artículo 350 constitucional que le ponga colofón a un conflicto pavoroso. Antes de que las manifestaciones populares corran el riesgo de la esterilidad, o del inicio de sugerencias anárquicas, la AN se aproxima a un desenlace muy digno de consideración.

¿El plan es arriesgado, necesita más cocina y más sustento, debe desmenuzarse en fragmentos comprensibles y aceptables? ¿Puede apagar muchas candelas cuya lumbre todavía hace falta? Sobre eso no cabe duda, pero estamos ante una mudanza de planes, o frente a un complemento de las acciones llevadas a cabo hasta ahora, cuya trascendencia nadie puede ocultar, ni apresurarse en descalificar.


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