Entre las trampas de Jorgito, conversaciones que resultaron ser más largas que una telenovela, candidaturas que jamás fueron verdaderas, batallas a muerte entre abstencionistas y partidarios del voto, candidatos más raros que un perro verde y, como si fuera poco todo este enredo, aparecen al final un pastor evangélico, un piloto de la aviación militar que huyó a Perú por golpista y luego se dedicó a ser hacendado (¿?) y, para guinda de la torta, un sargento del Ejército que fue buen alcalde y gobernador pero que “misteriosamente” perdió la reelección ante una almirante, también golpista.

Vaya grupito le ha tocado en suerte a los venezolanos en estas épocas de desaliento, miseria y asaltos a granel al tesoro público. La alternativa de votar por Maduro no le satisface ni siquiera a Raúl Castro y menos a Evo Morales, que, luego de fallecido el comandante galáctico, ha cargado con ese peso que cada día aumenta a más contrariando las leyes de la precisamente llamada dieta Maduro.

Pero la suerte está echada (o dormida) mientras la oposición no alcance un acuerdo, aunque sea precario, para dirigir sus pasos y recomponer sus fuerzas para enfrentar un panorama que se presenta oscuro y difícil.

Los tiempos duros y las experiencias sufridas por el sector opositor no dejan dudas sobre las causas de tales malestares políticos al centrar ciegamente sus tácticas y estrategias en lograr el predominio total de sus tesis sobre las otras corrientes partidistas que aspiran al poder.

De hecho, tras la apariencia fracasada y vuelta a fracasar de una falsa unidad devenida en frustrante pelea de perros de la cual todos salieron con graves heridas, hoy debe cambiarse de estrategia y ampliar y flexibilizar las tácticas de acuerdo con las ventajas que puedan obtenerse de las flaquezas y los errores del enemigo.

Un escenario que nunca se previó fue aprovechado por el oficialismo al adelantar la fecha de las elecciones y colocar frente a la oposición una serie de trampas cazabobos que iban cambiando como los espejismos en los desiertos que, en la misma medida en que te aproximas, se van difuminando en la nada, te desorientan y te confundes. Constituyen proyectos virtuales que inspiran el desaliento y la derrota.

Es decir, ayudan a traducir en realidad esta situación bochornosa en que estamos hoy, en la cual, desorientados y divididos, el oficialismo logra colarnos a plena luz del día la más disparatada propuesta electoral que ha conocido Venezuela en mucho tiempo. Y lo que es peor, esta mamarrachada traerá tormentas superiores y más peligrosas que las que hemos padecido y con consecuencias imprevisibles e inimaginables.

El hecho, por demás risible, de que el candidato oficialista a la reelección se haya visto obligado a crear otro partido paralelo dentro de su propia corriente, nos indica la debilidad de su propia candidatura. Y, más aún, ha tenido que alquilar aspirantes a presidentes para despejar la soledad de su gris postulación.

Si la oposición no entiende esta propicia y abrumadora soledad del PSUV, entonces no hay nada que hacer. Obligadamente se abre, en la dinámica de la historia, la vía de la praxis, la acción.


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