Como una fastidiosa consigna electoral que no logra convencer a nadie vuelve a estar sobre la mesa el tema del diálogo, aunque esta vez lo disfrazan de facilitación o negociación. Igual da lo mismo porque en este momento nadie cree en las verdaderas intenciones del gobierno venezolano ni confía en que pueda llegar a cumplir la más mínima de sus promesas. En este punto del camino todo parece innecesario y cansón, una miserable pérdida de tiempo.

Pero casualmente es en este momento tan oscuro y negativo cuando resurge y toma cuerpo a escala internacional la preocupación por el futuro de Venezuela y de su inevitable desplome social y económico. Resulta por demás difícil calcular hasta cuándo puede mantenerse con la misma fuerza e intensidad este interés por nuestro país tanto en América como en Europa. Lo cierto es que surgen oportunidades cuando menos deberían surgir.

Y sin embargo resulta extremadamente difícil confiar en el hecho de que un diálogo con este gobierno pueda resultar confiable si se mantienen los mismos personajes que han actuado en el pasado. Vale la pena reflexionar si es posible mantener como protagonista en el escenario a un badulaque como Zapatero que, a estas alturas, está más que quemado y vuelto cenizas. El anuncio de su nombre deprime hasta el más optimista de los observadores políticos en Venezuela y sus alrededores.

Que sea Zapatero quien abra la puerta de una próxima cita es de mal agüero y traerá consigo el fracaso que siempre lo acompaña en sus innumerables visitas. Lamentablemente para el señor Maduro, su espadachín se convertirá en la primera molestia y el primer gran  obstáculo para lograr lo que el ministro de Asuntos Exteriores de España, Josep Borrell, ha puesto sobre la mesa, valga decir, “algún tipo de facilitación, que no negociación, entre el gobierno de Venezuela y la oposición, dos partes que se ignoran mutuamente”.

Dado que se trata de facilitar las cosas, según lo propuesto por el ministro Josep Borrell, habría que comenzar por darle “las gracias” a Zapatero y retirarlo del escenario porque ya bastantes males ha sembrado en el camino. Refrescar con caras nuevas el equipo de facilitadores sería una extraordinaria forma de inyectarle mejores aires y más optimismo a los que llegan como reemplazos.

No estaría de más que, desde el lado del señor Maduro, lograran nombrar a alguien con antecedentes menos enojosos que los hermanitos Rodríguez, pequeños seres especializados en emponzoñar hasta los buenos días que dan por la mañana. Limpiar de advenedizos el equipo del oficialismo será, a no dudarlo, una labor muy cuesta arriba, pero habrá que intentarlo si se quiere “facilitar” el proceso de diálogo.

Por parte de la oposición no será menos dura la integración de un equipo de facilitadores. Quienes han actuado hasta ahora son objetos de serias críticas y no generan la confianza necesaria para conducir una “facilitación” como la que quiere el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell.

De manera que “facilitar el diálogo”, las conversaciones o los encuentros entre las partes en Venezuela será la madre de todas las batallas diplomáticas. Será más fácil canonizar al Diablo y que Francisco lo bautice, algo que jamás ocurrirá.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!