El TSJ espurio y la constituyente ilegal han iniciado una nueva acometida contra la Asamblea Nacional, que merece especial atención. Tratan de abrir flancos en los muros de la institución que representa a la soberanía nacional y que actúa en su nombre, aprovechando una pasajera situación de debilidad que les puede servir, según piensan, para una nueva escalada que permita el  continuismo de la usurpación.

Los organismos de poder dependientes del usurpador tienen la obligación de velar por la sobrevivencia de régimen, se puede asegurar. Esa es su obligación fundamental, su misión de vida, y para llevarla a cabo se han sacado ahora de la chistera roja el delito de traición a la patria a través del cual pueden sacar del juego a diez diputados de la oposición. Es decir, a través del cual pueden causar grave daño a la institución que se ha convertido en baluarte de las libertades democráticas. Es evidente que acuden a un peligroso subterfugio sin fundamento, a un recurso tan vacío como la cabeza de quienes lo fraguaron, pero de indiscutible peligro si se considera que trata de aprovechar el decaimiento de la oposición después de los sucesos del 30 de abril.

Como no se logró entonces el efecto anunciado por el presidente Guaidó y por el jefe del partido Voluntad Popular, como no ocurrió un levantamiento militar al que invitaban y la usurpación ha logrado sobrevivir, un decaimiento de la voluntad opositora y una distancia de los planes de resistencia han sido su primera consecuencia. Una consecuencia que invita a la rectificación pero que, en el caso que ahora nos ocupa, ha creado distancias entre el pueblo opositor y la institución que escogieron, no solo para que lo representara, sino también para que los librara de la dictadura.

Los sucesos han debido repercutir en el prestigio de la AN. Pese a que se sabe que no puede llegar a desenlaces automáticos, pese a que hace a diario denodados esfuerzos para que la usurpación termine, cualquier traspié incide en su imagen y provoca alejamientos de su base que son aprovechados por los cabecillas de la dictadura para abrir boquetes en sus muros. La vacilación de la víspera, el tumbo que nadie de la oposición quería que ocurriese, pero que se convirtió en hecho concreto, ha provocado las acusaciones de traición a la patria contra seis diputados que han puesto en marcha los organismos espurios que son la muleta de la dictadura. Calcularon que, debido a que la AN debe pasar por una mala semana porque su presidente no llegó a una meta de importancia que había anunciado, era más fácil agarrar las uvas que no estaban antes al alcance de la mano.

Sobre el asunto conviene subrayar que se trata de un decaimiento pasajero, de un tropiezo que subsanará el conjunto de los diputados al rodear con su escudo a los colegas acusados de un delito traído por los cabellos, al iniciar con nuevos bríos un nuevo capítulo de su lucha;  pero, a la vez, debemos recordar que no se está frente a un ataque artero contra una media docena de diputados sino contra la ciudadanía que los eligió de manera aplastante para que la representaran. La misma ocasión que aprovecha el usurpador para mantenerse en el poder, debe aprovecharla la ciudadanía para respaldar sin vacilación a la AN. Debemos demostrar que la única institución que lucha por la democracia por decisión el pueblo no está sola, sino todo lo contrario.


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