Ya nada puede sorprendernos en esta parte del continente americano y mucho menos si se trata de gobernantes que se disfrazaron de revolucionarios y terminaron siendo vulgares ladrones de los dineros públicos. Menudo ejemplo ético y moral deja para la historia este parto político engendrado en el seno del Foro de Sao Paulo, que tantas ilusiones hizo nacer en la izquierda latinoamericana que, a estas alturas, ya no consigue en qué palo ahorcarse.

Lula da Silva afortunadamente ya está preso y no puede desde su celda seguir engañando al mundo como el obrero que elevó a Brasil hasta el nivel de una potencia emergente que se perdía de vista en el panorama mundial y servía de ejemplo en la lucha contra el hambre y la pobreza. Y es que el engaño tarde o temprano queda al descubierto. Hoy se sabe que se corrompió como cualquier gobernante para dolor y rabia de sus seguidores. 

Al descubrirse la operación Lava Jato (manejada por un hombre de su más íntima confianza) la opinión pública supo que las sucesivas  votaciones en el Congreso favorables a sus políticas no eran el producto de un consenso político sino que eran adquiridas con dinero contante y sonante, con la aprobación de Lula. Luego los sucesivos escándalos que siguieron no fueron más que el desbordamiento de una inmensa cloaca burocrática del (en mala hora llamado) Partido de los Trabajadores. 

Pero el escándalo no se estacionó en Brasil sino que siguió su tránsito hacia Uruguay donde a la sombra del viejito Pepe Mujica estaba haciendo carrera Raúl Sendic, hijo del legendario fundador de los Tupamaros, del mismo nombre y apellido. Raulito no heredó de su padre ni la modestia ni la honradez sino que, para bravata de Pepe Mujica, metió la mano en los dineros públicos y lo atraparon. 

La cloaca de supuestos héroes de izquierda reventó luego en Argentina con la pareja más siniestra que ha conocido el país sureño en estos últimos y oscuros años. Néstor y Cristina Kirchner, presidentes en seguidilla de la atormentada Argentina. Si el “tuerto” Néstor (como lo etiquetaba la lengua larga de Pepe Mujica) sabía hacer negocios desde el poder, pues su esposa y ahora viuda no se le quedaba atrás. Cada uno acumuló su fortuna rápidamente y sin paciencia alguna.

Como era de esperar, estos gobernantes (¿?) no le correspondieron al pueblo con la satisfacción de sus esperanzas y necesidades más apremiantes. Desde el poder diseñaron y llevaron a la práctica con  singular destreza una red de negocios caracterizados por un sello muy particular: entre su dinero personal y el tesoro público la vía era expedita, de un solo canal y en una sola dirección. Fue tal su sed de riqueza y de poder que nunca imaginaron que algún día esa suerte y esa protección indebida llegaría a su fin.        

 Ayer un despacho de la agencia AFP enviado desde su corresponsalía en Buenos Aires titulaba la noticia de esta manera: “Cristina Kirchner, principal opositora argentina, acorralada por la justicia”. Mejor imposible, se dijeron no solo sus adversarios sino también aquellos argentinos que hoy sufren las nefastas consecuencias de uno de los peores y más corruptos mandatos que ha vivido esa nación en las últimas décadas. Bienvenida la justicia y que siga caminando por América Latina.


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