La MUD ha justificado la posibilidad de su participación en un nuevo diálogo con la dictadura en las condiciones electorales. Si se arriesga a sentarse otra vez con los voceros del régimen, debe ofrecer un motivo digno de respeto. Si sabe que la mayoría de la sociedad opositora está en desacuerdo con unas reuniones que hasta ahora no han conducido a nada, o que le han dado un segundo y un tercer aire a los que se sientan en el frente de la mesa, se aferra a una excusa que parece difícil de rebatir.

Las condiciones electorales son esenciales si se piensa en la alternativa de unos comicios presidenciales que pueden estar a la vuelta de la esquina. Si se las pone en primer plano, nadie puede objetar su precedencia en la agenda. Estamos ante una exigencia de primer orden, por lo tanto, pero también frente a lo que puede ser un callejón sin salida.

¿Por qué? El fracaso de la oposición en la reciente elección de gobernadores se debió, en buena medida, a la inhabilidad de la MUD para manejar el proceso. Sus líderes no fueron capaces de detener las trampas del oficialismo, pese a que las conocían de antemano. La supuesta maquinaria de testigos y de activistas no funcionó. La gallina cacareó en la madrugada, pero no puso el huevo. Lo gallos de plumaje multicolor mostraron sus espuelas afiladas, pero las mellaron ellos mismos antes de salir del corral.

Por consiguiente, el CNE hizo lo que le dio la gana en paseo triunfal. Siguió las instrucciones de los patrones de Miraflores y las ejecutó sin escollos. Suprimió centros electorales cuidadosamente seleccionados y mudó masas de electores a placer, ante la mirada indiferente, si no cómplice, de quienes tenían la obligación de velar por los sufragios de la oposición. Si así sucedió, sin que nadie que no fueran los candidatos derrotados pagara las consecuencias, solicitar equilibrio y honradez donde reinan y han reinado el ventajismo y el fraude luce como una tarea realmente descomunal.

Allá van los delegados de la MUD, con las alforjas llenas de reclamos electorales y con la voluntad de limpiar el CNE ante la cercanía de unas presidenciales. Pero, antes  del viaje, Maduro habló de nuevo sobre las límpidas virtudes del CNE y sobre la existencia del “mejor sistema electoral del mundo”. ¿Va a rendirse ante los reclamos de quienes van de nuevo a dialogar? ¿Va a cambiar la docilidad de las rectoras actuales por la incomodidad de unas nuevas presencias que no puede dominar? ¿Va a negociar a la baja el precio de una oficina que le ha respondido sin remilgos ni vergüenzas?

La MUD no solo hace una apuesta cara y alta a la hora de insistir en conversaciones con la dictadura, sino que también olvida o subestima la responsabilidad que tuvo en el descalabro de sus candidaturas para las gobernaciones. El motivo de su viaje es justo, pero probablemente demasiado ilusorio. No solo quiere la mitad de la gallina de los sufragios de oro, sino también que nadie la mezcle con la expedición que todavía busca los que se perdieron.


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