En su empeño de coartar todas las libertades democráticas, la dictadura emprende una artera persecución contra María Corina Machado. No estamos ante una conducta insólita que se detiene en la selección de una figura pública para perseguirla y para obligarla a callar, sino ante la continuidad de una persecución que se ha enseñoreado contra incontables políticos venezolanos desde hace casi dos décadas, pero el caso de la dirigente llama la atención por la terquedad del acoso y por las formas que busca de involucrarla en hechos delictivos.

¿Qué ha hecho la ciudadana Machado, desde su iniciación en la vida política? Ha querido hacerse de un lugar mediante la expresión libre de lo que piensa, sin pausas ni cortapisas. Ha formado asociaciones cívicas para el resguardo del voto. Ha acudido a la plaza pública para comunicar lo que piensa sobre la situación de una sociedad devastada. Ha buscado y encontrado seguidores mediante la expresión de sus ideas, sin la sombra de los rincones ni el resguardo de los conciliábulos. Eso ha hecho desde su aparición en la escena pública.

Muchas de sus ideas se han caracterizado por la continuidad de un énfasis molesto, que no solo ha dirigido a los detentadores del poder sino también a los líderes de la oposición. En ocasiones ha hecho planteamientos que no nos han parecido plausibles, pero los ha expuesto sin dobleces ni adornos de fantasía. No ha dejado rincón sin visitar en el país, para presentarse como abanderada de una causa que clama por una salida urgente de las penalidades venezolanas y que se atreve a mover las heridas de una oposición no pocas veces silenciosa e intermitente. Además, ha  estado presente en numerosas latitudes del exterior, como portavoz de un clamor de cambios que la ha convertido en una celebridad fuera de nuestros confines.

Se señala todo esto para dejar constancia de cómo ha llevado a cabo sus planes a la vista de todos, sin necesidad de buscar consejos en la oscuridad ni buscar seguidores en los subterráneos. Se ha labrado una notoriedad que no provino de  los secretos del delito, ni de las componendas de los círculos que calculan sus planes en el hermetismo.

Si buscamos una vocación genuinamente pública, una expresión absolutamente relacionada con el ágora, la encontramos en la manera de trabajar que ha demostrado, sin fatiga ni excepción, María Corina Machado. Equivocada o acertada, dura más de la cuenta, o quizá como pocos desde la tribuna, tal vez excesivamente incisiva con los seguidores de una misma causa de libertad, todo lo ha hecho ante la vista de la sociedad.

Pero la dictadura la acusa de manejos subrepticios, de afinidad con movimientos conspirativos de origen militar. Como no pudo callarla cuando limitó sus derechos políticos, ahora arremete contra ella con acusaciones sin fundamento.

Desde El Nacional manifestamos nuestra solidaridad con una dirigente perseguida por motivos injustificados y deleznables, que no pueden pasar inadvertidos para quienes anhelamos el retorno de la democracia.


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