Contra todos los pronósticos, las elecciones para escoger a los nuevos gobernadores o reencauchar a los viejos ineptos de siempre, han terminado por desatar una inquietante polémica entre los integrantes de la propia oposición, por lo demás ilustradora de las carencias tácticas y pragmáticas que casi siempre hieren los propósitos electorales de quienes se oponen intensamente a los desvaríos del poder madurista.

Lo que más llama la atención es que las elecciones para gobernadores no hubieran alcanzado jamás el impacto que hoy tienen si no fuera por la batalla inclemente y sin dar cuartel que se ha dado entre los adversarios del madurismo que no quieren acudir a las urnas este próximo domingo. Mayor sorpresa no era posible porque si se actuara con la suficiente lógica y estrategia política se podría dibujar un escenario que, entre otras cosas, nos hubiera ahorrado tanta palabra hiriente y tanto odio innecesario en momentos en que se define, modesto pero escalón por escalón, un camino hacia un nuevo escenario de lucha.

Aclaremos algo que pudiera incendiar el rechazo y el odio. No estamos negando los argumentos de quienes hoy sienten con toda razón que se dio una batalla innecesaria cuando se salió a la calle. Nada más lejano de la verdad porque en toda guerra, o en toda estrategia para derrotar a una dictadura que se levanta afianzada apenas en su capacidad de tener el indeciso respaldo militar y los escasos recursos económicos para reclutar votantes, debemos revisar el mapa de sus opciones para salir de la inmensa crisis que los consume.

Y es que ese mapa va reduciendo sin cesar las fronteras del oficialismo para maniobrar con un débil éxito y cinismo. El oxígeno económico solo puede buscarlo en la dictadura o en aquellos estados donde la democracia se disfraza para sobrevivir. Basta observar que Maduro apenas visita regímenes que abjuran de la democracia a la que nosotros aspiramos. Si la dictadura de Turquía es un aliado maravilloso y un ejemplo, ¿qué pasará si Venezuela recobra la democracia y luego debe besarle la mano a semejante villano y verdugo no solo de su pueblo sino de otras regiones que reclaman un estatus de respeto a su diversidad y su historia? No se trata de reivindicar un idioma o unas costumbres sino de establecer una transición a la democracia inevitable y necesaria.

Los bandidos antidemocráticos estiman que solo la fuerza y la propaganda incesante, además del anzuelo de una bolsa de comida, pueden convencer a un pueblo acerca de la bondad de una elite militar que, a estas horas, ya ha demostrado con creces que no puede manejar un país.

Durante casi 20 años solo atinan a asumir más poder para reprimir, violar las leyes, pasar por encima de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, valga decir, lo único decente que quedaba del aguacero militar que cayó sobre nuestro país sin honestidad alguna y que nos ha llevado a esta catástrofe humanitaria, donde los niños ni siquiera pueden esperar del Estado la protección que es obligante.

Se han vuelto ricos empobreciendo aún más a los pobres. Esta batalla no puede alejarse del voto rechazo, de la multitud que pide justicia. Trampa y voto, ganaremos.


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