Las voces críticas, algunas anónimas o enmascaradas, insisten en derrotar a la oposición desde adentro como si no fuera suficiente con la brutal campaña que el oficialismo mantiene contra las voces críticas que se atreven a desdecir las palabras de Nicolás y su muñeco ventrílocuo en la televisión oficial que, no vale la pena olvidar nunca, se paga y se da el vuelto con nuestros impuestos.

Lo que indigna de todo esto es que tanto Nicolás como su álter ego dicen ser pobres de solemnidad, no tienen bienes y su miseria económica los lleva a proclamar que, luego de haberse sacrificado por la revolución, se retirarán a su terruño y allí, en una suerte de promesa de pobreza, cultivarán la tierra y criarán conejos para alcanzar una posibilidad de sobrevivir, no sabemos cómo, al huracán de la inflación que ellos mismos han desatado con sus desatinos económicos y con su insuficiente capacidad para manejar decentemente un país y, desde luego, restablecer su riqueza y sus inmensas posibilidades de futuro, hoy naufragadas por estas hormigas exterminadoras.

Se pueden contar con los dedos de una mano los que siendo pobres o medianamente pobres en la cuarta república, hoy manejan y usan en provecho propio sus contactos con el alto gobierno. Son ricos, son obscenamente ricos, tan obscenos en la exhibición de esta riqueza mal habida que quienes fueron sus amigos en la época de lucha armada y cuando la modestia de vida era la norma, hoy se niegan no solo a estrecharles la mano sino a atreverse a un simple saludo. Tal es la repugnancia que sienten ante quienes usaron un disfraz izquierdista para esconder sus ansias de riqueza, hoy hechas realidad gracias a su servilismo y su traición a los intereses reales de Venezuela.

¿Qué otra cosa puede ser considerada traición a la patria que inclinarse ante el poder de Rusia o de China, arrodillarse ante Cuba sin otra razón que los sucios negocios específicamente capitalistas determinados por “cuánto me regalas, cuánto puedo venderte, cuánto me puedes entregar de tu faja petrolífera, cuánto quieres que te preste y cuánto estás dispuesto a entregar esa parte de tu soberanía para mi beneficio socialista”? ¿Me quedo tranquilo mientras exploro y aprovecho las riquezas de la zona en reclamación en el Esequibo? Manda a tus soldados y los alimentamos porque, como refugiados, no tienen qué comer.

Ese es el drama, esa es la indignación, la humillación de un ejército que se prepara para enfrentar a los venezolanos opositores como si fueran un ejército extranjero. ¿Matar venezolanos merece una condecoración, merece que un presidente los premie y los llene de alabanzas? Eso es sometimiento puro a las enseñanzas cubanas, a borrar el ser humano y convertirlo en gusanos, lo que Fidel Castro logró para sí mismo: hoy está nadando en esa piscina que él mismo creó, sumergido en los excrementos que construyó para estar definitivamente en su propio paraíso.

Esta semana los oficiales superiores y los generales que desempeñaron cargos de alta importancia en momentos claves están colocando ante la luz pública las atrocidades que los militares protegidos por Chávez y Maduro cometieron contra venezolanos inocentes. Es una epifanía, una luz que anuncia la llegada de la justicia internacional. 

   


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