Desde el jueves 7 de marzo los venezolanos han estado padeciendo, por la caída del sistema eléctrico nacional, una situación que se ha ido agravando con los días. Al principio, la gente quería saber, necesitaba saber qué había pasado para que todo el país quedara a oscuras, pero desde el régimen pocos fueron los que dieron la cara. Después, a cuentagotas, comenzaron los voceros rojitos a usar las redes sociales o los canales oficiales para dar una versión que, de tanto usarla, huele mal, y no es otra que el imperio que todo lo puede hizo un ataque certero a unas instalaciones que están vigiladas las 24 horas por soldados venezolanos.

El ministro militar no pudo acudir a su consabida fauna de culpables porque no hay iguana tan grande capaz de dejar al país entero sin electricidad. Entonces, es el imperio con su brazo ejecutor, la oposición, el responsable directo de la catástrofe. Pero estos voceros rojitos no se atrevieron a dar explicaciones técnicas ni profundizar en detalles. Tampoco mencionaron nunca preocupación alguna por el padecimiento de la gente, por la escasez de agua y comida, por el calvario de los enfermos, las cruces de los fallecidos, lo que se deja de producir o la libre circulación del dólar. De todo eso los ciudadanos se van enterando por los medios como El Nacional, que ha puesto cuerpo y alma para mantener a los pocos que tienen conexión informados.

El lunes en la noche al fin habló Maduro. Lo hizo en cadena, aunque nadie lo oía. La gente estaba protestando y caceroleando, pero él no la escuchó. Desde una iluminada sala de Miraflores, con la voz más ronca que de costumbre, con dificultad para respirar, tanto que se escuchaba el esfuerzo que hacía para tomar aire cada vez que terminaba una frase, Maduro expuso su guion, aunque con más gamelote que tecnicismos. Los del imperio hicieron el primer ataque cibernético de la historia y acabaron con el cerebro de Guri. Luego, un ataque electromagnético con unos aparatos guindados en unos cables y, después, el golpe físico.

Nada de asumir responsabilidad, nada de dirigir acciones para ayudar a la gente, garantizar la atención médica. De lo que sí se acordó es de que el municipio Baruta siempre ha sido opositor y, pobrecitos, están sin luz. Por supuesto que el culpable es el presidente encargado, Juan Guaidó, que es el único, junto con su equipo, que está buscando soluciones. Por supuesto que los periodistas son culpables, por su empeño en decir la verdad sin miedo, como Luis Carlos Díaz. Pero jamás reconocer su culpa, jamás tener empatía con el sufrimiento de los venezolanos.

Esta catástrofe solo tiene un autor, que todos conocemos. Es la oscuridad rojita.


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