La Asamblea Nacional realizó un cabildo abierto en Caracas, que condujo a una primera manifestación de respaldo popular ante la usurpación de poder perpetrada por Nicolás Maduro. Debido a la trascendencia de los acontecimientos padecidos por la república se pretendió un reencuentro del pueblo con los representantes de su soberanía que puede conducir a eventos de mayor intensidad, capaces de aglutinar un cúmulo de voluntades que parecían estancadas o menguadas.

Sin ser una manifestación arrolladora, la convocatoria logró el objetivo de acercar a un número significativo de ciudadanos a la legitimidad de los diputados para la defensa de la legalidad. Después de mucho tiempo de silencio, de largos meses de encierro, la nueva directiva de la AN dio un paso de importancia para topar con el sendero perdido de las manifestaciones masivas contra la dictadura. La primera reunión de los ciudadanos con quienes legítimamente los representan, suceso que se había perdido en los rincones de la sociedad, debe o puede ser la primera estación de un viaje de todos desde la periferia hacia el centro de los asuntos públicos, sin cuya continuación no se logrará el objetivo de echar al usurpador.

Seguramente ocurrirán asambleas parecidas en todos los estados de la república, y también después las muestras de rechazo a la usurpación que se resuelvan en su seno, debido a que constituyen la única manera de probar la indignación de las mayorías frente a un escandaloso asalto de las instituciones. La única manera racional y pacífica, desde luego, porque, como entienden nuestros representantes en la AN, se trata de una batalla cívica que no puede caer en un terreno de violencias y bajezas en el cual quieren pelear los usurpadores valiéndose de la fuerza bruta.

Pero un tipo de pugnas de esta naturaleza requiere claridad en la conducción, es decir, conductas y palabras de los convocantes que no originen confusión. Conviene recordar que no son mítines, en principio, sino esfuerzos de reflexión colectiva que no deben trajinar por laberintos sino por senderos expeditos y dignos de confianza. No deben partir de la improvisación, pese a la urgencia que tiene la sociedad de librarse de Maduro, sino de pensamientos sosegados que eviten el porrazo de un fracaso que pudiera tener conclusiones pavorosas y dolorosas.

La templanza debe prevalecer en el centro de estos cabildos abiertos, para no dar pasos en falso y para evitar situaciones de violencia y sangre. Los gritos y las declaraciones confusas están fuera de lugar, debido a lo mucho que ahora se arriesga. Ciertamente, se atisba la posibilidad de un banquete en el centro de la mesa servida por la AN, un espléndido banquete de republicanismo, pero es temprano para atragantarse con el menú, o para que los anfitriones lo pongan todo en la mesa de sopetón. Especialmente, deben tener cuidado los anfitriones, a quienes corresponde demostrar la madurez que la hora crucial requiere. A cabildo todos, por supuesto, cada vez con mayor brío, pero sin volvernos locos cuando apenas comienza.


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