Un cable de la agencia Efe alertó a las redacciones de los diarios venezolanos sobre la conmemoración de “los 64 años del nacimiento del fallecido presidente Hugo Chávez, que gobernó a Venezuela durante 14 años”. Así, con extremada modestia, se cumplía con el inevitable protocolo de recordar a quien, sin ningún género de dudas, llevó al poder –del cual disfruta hoy a sus anchas– a toda la camarilla civil y militar asentada en Miraflores. Y no debe molestarse por el uso del término camarilla porque con bastante frecuencia lo utilizó nada menos que Lenin.

A pesar de que el oficialismo organizó “diferentes actos, homenajes e hizo coincidir la fecha con la instalación IV congreso del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela”, algo no cuajó totalmente con la fecha que, en otra ocasión, hubiera servido de cirugía plástica para remozar al chavismo y atender los achaques que sufre como corriente mayoritaria del partido.

Al contrario, las “enseñanzas y el pensamiento” original del comandante Chávez no parecen inquietar sino a unos pocos fieles. Del resto, los demás jefes de la tolda roja se han dedicado a la acumulación de capital de la manera más descarada, despreciando con esa actitud –que no temen ocultar públicamente– las líneas que quedaron establecidas de manera firme en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Pero ni eso ha sido respetado por la cúpula madurista que hoy, con su rumbo en zigzag, cuando no en franco retroceso, se ha dedicado sin vergüenza alguna a darle unos capotazos a los principales problemas del país. De la repartición justa de la propiedad de la tierra y del fortalecimiento de la clase campesina no queda nada. Ni un solo proyecto exitoso se puede mostrar en ese sentido.

De la clase obrera poco puede decirse porque, al igual que en la cuarta república, fue colonizada por el partido de gobierno y colocada al servicio de los intereses particulares de los altos burócratas designados desde Miraflores. Una revolución bolivariana sin el respaldo de una central obrera de alto calibre, que salga a la calle a luchar por los verdaderos problemas de la gente, es tan inútil como los billetes, con o sin ceros, de Maduro.

Por otra parte, ¿se ha derrotado a la corrupción que tanto fustigó Chávez en sus discursos? Al contrario, ha crecido superando cualquier cálculo que pudiéramos imaginar. No olvidemos que Maduro y su entorno se han encargado de fertilizar la cosecha a cifras que paralizan el corazón de los viejos dictadores que en América Latina saquearon a placer el tesoro público.

¿Qué otra humillación se le puede hacer a la revolución bolivariana que alcance a la peor de todas, el hundimiento de Petróleos de Venezuela, a la inmensa red de corrupción que floreció gracias al silencio cómplice de todos los altos mandos del PSUV? ¿O es que acaso nunca supieron lo que ocurría allá adentro, en la nueva Pdvsa revolucionaria y bolivariana?

Hay que recordarle a Maduro y a su entorno civil y militar que la mayoría, sino todos, los nombramientos clave de la industria petrolera fueron revisados en Miraflores y aplaudidos como certeros. Pero no lo eran, y menos ahora con un general de la Guardia Nacional jugando a ser experto petrolero. Pérez Alfonzo sí lo era y le costó años de estudio llegar a ser considerado uno de los más brillantes del mundo en cuestiones de petróleo.


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