Llama la atención que el mismo partido oficialista que aplaudió eufórico y de pie la frase que caracterizó el matrimonio de Pdvsa con la revolución bolivariana, hoy se empeñe en acabar de una manera estrambótica y aparatosa con el gran zar del petróleo que ellos mismos ayudaron a esculpir. Desde luego que la opinión pública no va a quebrar una lanza por el señor Rafael Ramírez y su entorno, pero sí vale la pena preguntarse por qué ahora y por qué tanta saña.
Los ciudadanos no son tontos para creer que a Maduro y su comandita les ha entrado un ataque de pureza y de asco por la corrupción que ellos mismos instalaron desde su llegada al poder. Tampoco los militares caminan hoy por las calles de Venezuela en olor de santidad si se trata de meter la mano en el tesoro público. No olvidemos que todo comenzó cuando se habló del famoso Plan Bolívar 2000, con el general Weffer a la cabeza y la venta y distribución de alimentos. 
Una “idea genial” de Chávez pero que se hundió al salir del puerto porque las ambiciones y las ganas de llenarse los bolsillos se la llevó en los cachos. Para desgracia de la revolución, parte del dinero de esas ventas terminó en paraísos fiscales rápidamente descubiertos por los generales bolivarianos como puertos seguros para sus ganancias. Pero el imperialismo yanqui siguió sus huellas y se las hizo llegar a Miraflores.
Esa fue la primera señal de que la revolución tenía dos vertientes: ser popular o populistas (escojan la que quieran) y ser una mina inagotable de dinero. Las dos eran interesantes ya sea por proporcionar enorme poder político o ayudar a salir de la condición de clase media a la que estaban condenadas tantas promociones militares. 
Al final triunfaron las dos, por gracia y desgracia, porque acabaron con el mito de la pureza y de la rigurosidad pragmática de los regímenes militares y, al mismo tiempo, confirmaron que como cualquier ser humano no resisten las tentaciones del dinero y otras cosas más oscuras.     
Cuando un despacho de la agencia de noticias AFP –que tanto le molesta al espadachín español que sirve como prótesis mental en Miraflores– revela internacionalmente que  “la Fiscalía venezolana pedirá una orden de aprehensión y la emisión de una alerta roja de Interpol contra el ex presidente de la estatal petrolera Pdvsa, Rafael Ramírez, investigado por presuntos hechos de corrupción” no queda duda de que el caldo se puso morado pues hay demasiadas manos metidas en la olla.
Y es que Pdvsa siempre ha sido la manzana de la discordia desde que cayó en manos del chavismo. Por allí han pasado guerrilleros y militares, expertos e inexpertos, arribistas y engañabobos. Un jardín de las maldades por decir lo menos. Ninguno ha salido airoso. Allí está, por ejemplo, el general Baduel (hoy enterrado vivo) culpable de haber salvado a Chávez y de aspirar a Pdvsa, dos actos infames según el madurismo.
Que se pida una alerta roja contra Rafael Ramírez, a quien no le debemos en esta casa ni los buenos días, solo indica que este hombre sabe mucho más de lo que ha dicho y que por ello Maduro le tiene mucho, pero mucho miedo. Ojalá hable porque sus palabras pueden hundir más al candidato oficialista.


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